ACADEMIA DE 14 AGOSTO DE 2012

ACADEMIA DE  14 AGOSTO DE 2012
TURNO VESPERTINO

jueves, 30 de octubre de 2014

El inframundo de Teotihuacán devela más de 50 mil objetos
Los vestigios integran una de las ofrendas más ricas de Mesoamérica, dice a La Jornada el arqueólogo Sergio Gómez Chávez, quien encabeza las exploraciones
Es muy probable que en el subsuelo de la oquedad se encuentren los restos de altos dignatarios de esa civilización, sostiene
Foto
Vista del túnel con escáner láser, donde se excavaron 103 metros como parte del Proyecto Tlalocan: camino bajo la tierra, cuyos trabajos duraron cinco años para explorar esa oquedad debajo del Templo de la Serpiente EmplumadaFoto cortesía del INAH
Foto
Después de cinco años de trabajos de exploración, un equipo de arqueólogos llegó al final del túnel del camino sagrado en Teotihuacán, donde descubrieron miles de objetos prehispánicosFoto Proyecto Tlalocan-INAH
Foto
Detalle de una de las esculturas descubiertas en la zona arqueológica que se ubica en el estado de MéxicoFoto Proyecto Tlalocan-INAH
Mónica Mateos-Vega
 
Periódico La Jornada
Jueves 30 de octubre de 2014, p. 3
Luego de cinco años de trabajos, el equipo que desarrolla el Proyecto Tlalocan: camino bajo la tierra en el Templo de la Serpiente Emplumada, en la zona arqueológica de Teotihuacán, anunció que llegaron al final del túnel de 103 metros de largo que se ubica debajo de esa estructura.
Son de un valor incalculable los más de 50 mil objetos que se han recuperado en el trayecto, los cuales conforman una de las ofrendas funerarias más ricas de Mesoamérica, no sólo en lo económico, sino por el simbolismo y la información que contienen, considera el arqueólogo Sergio Gómez Chávez, quien encabeza las exploraciones.
La labor de los especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) no concluye en esta etapa. En enero se iniciará una de las temporadas más importantes y definitivas en Teotihuacán, dice, porque es muy probable que bajo el subsuelo del fondo del túnel se encuentren los restos de uno o más altos dignatarios de esa ciudad prehispánica que floreció ahí en los años 150 o 200 de nuestra era y de la cual se conoce muy poco.
Gómez señala a La Jornada que existe la posibilidad de que hayan sido incinerados los personajes a quienes se dedicó ese extraordinario recinto, que culmina con tres antesalas, luego de un camino en línea recta colmado de ofrendas.
Por tal razón, durante toda la exploración se ha tenido sumo cuidado al revisar la tierra que se ha extraído en búsqueda de pequeñas astillas de huesos.
No perdemos la esperanza de que hay algo más abajo. El martes todavía estuve explorando lo que podría ser una tumba, pero no logramos bajar, porque está lleno de caracoles y de cerámica. Pero ahí se ve, en el piso, una cosa cortada de dos metros de largo por uno de ancho, pero está muy profunda. En este punto ya no nos ayuda la tecnología, como georradares, y a partir de enero realizaremos la exploración manualmente, adelanta.
El arqueólogo destacó que toda la estructura representa un trabajo increíble, empezando por las paredes, que están espolvoreadas con pirita, mineral que a la luz de las antorchas habría dado al túnel la apariencia de estar rodeado por estrellas del universo.
Sobre el lugar, donde existe la hipótesis de que se encuentra una tumba, se hallaron cuatro esculturas de 65 centímetros de altura, de pie, mirando al centro, y corresponde al eje del punto más alto de la pirámide. Están labradas en piedra, una figura es masculina y tres femeninas, ornamentadas con joyería de jade.
Hay piezas únicas, que presumimos fueron elaboradas especialmente para este depósito funerario, y muchas importadas. Por ejemplo, ollas en forma de gota, asociadas al agua, cerámica maya o del occidente de México, alrededor de 30 mil objetos de jade de Guatemala, caracoles del Golfo de México y el mar Caribe, algunos grabados con motivos geométricos y personajes teotihuacanos, pelotas de hule, discos de pirita, esqueletos de escarabajos, explica Gómez.
Lo que más ha maravillado a quienes trabajan en el túnel es el hallazgo de piezas en excelente estado de conservación, como poco más de 4 mil objetos de madera, 15 mil semillas de tuna, jitomate, maíz y restos de flores de calabaza.
Hay también abundantes restos de fauna y huesos de venados, así como de grandes felinos y esqueletos de decenas de aves; incluso restos de pelaje y algunos pedazos de piel que se encuentran en estudio para determinar si son de animal o de humano.
Foto
Jarra Tláloc hallada debajo del Templo de La Serpiente EmplumadaFoto Héctor Montaño/ INAH
Los trabajos en las profundidades se realizan con lentitud por las amenazas de derrumbes debido a la humedad extrema, pues el túnel fue construido con la intención de dirigirlo hacia los mantos freáticos para que tuviera el mayor contacto posible con el agua.
También se ha tenido cuidado con las emanaciones de gas radón que salen del subsuelo, debido a la descomposición de los residuos orgánicos y que, se sabe, al inhalarlo de manera constante produce cáncer, por lo que se han instalado dos extractores de aire.
Además de los arqueólogos, en el proyecto Tlalocan participan ingenieros, biólogos, arquitectos, físicos, geólogos, astrónomos, conservadores, antropólogos físicos y dibujantes, entre otros especialistas.
Ventajas de la tecnología de punta
En el encuentro con representantes de la prensa, efectuado ayer por la mañana en el Museo Nacional de Antropología, la directora del INAH, María Teresa Franco resaltó la importancia de utilizar tecnología de punta en estos trabajos que han dado como resultado el acceso a uno de los proyectos más ambiciosos del instituto a su cargo.
Se ha explorado con georradares, escáners láser en tercera dimensión que hacen registros milimétricos y dos minirrobots (diseñados por el ingeniero en robótica Hugo Guerra), que fueron los primeros en ingresar a las oquedades del túnel que permaneció totalmente sellado durante mil 900 años, con 19 muros y más de 970 toneladas de piedra y tierra.
Además de cámara funeraria, es probable que el túnel se haya usado para rituales mediante los cuales los gobernantes de la antigua Teotihuacán adquirían la investidura para dirigir una de las ciudades más poderosas de su época.
Esta idea se sustenta en el hallazgo de petates de cestería muy fina (materiales que no se habían registrado con anterioridad en la zona).
El túnel avanza hacia abajo, a una profundidad hasta ahora de 18 metros. Entre los materiales de relleno se hallaron fragmentos de lo que sería un templo que se destruyó para erigir el actual.
En una sección del camino hay fragmentos de piedras talladas, de lo que podrían ser máscaras colocadas en soportes de madera, recubiertas con incrustaciones de concha, jade y cuarzo.
A partir de fechamientos con carbono 14 se ha podido determinar que el pasaje subterráneo funcionó alrededor del año 250, antes de que se construyera La Ciudadela de Teotihuacán.
Los arqueólogos plantean que en la visión de esa civilización el Sol sale por el este, hace su recorrido hasta el cenit y comienza su descenso para entrar imaginariamente al inframundo: la ruta sería el túnel, para volver a surgir en la cúspide del Templo de la Serpiente Emplumada, en tanto que el conducto termina justo debajo de ese punto.
Con base en esa hipótesis, la información derivada del Proyecto Tlalocan: camino bajo la tierra confirma que Teotihuacán fue construida como una réplica de la manera como entonces se concebía el cosmos: arriba la región celeste, en medio el plano terrenal y abajo el inframundo que ahora mantiene sus puertas abiertas para mostrar sus sorprendentes tesoros.