ACADEMIA DE 14 AGOSTO DE 2012

ACADEMIA DE  14 AGOSTO DE 2012
TURNO VESPERTINO

sábado, 1 de noviembre de 2014

Tzompantli monumental rodea el Museo Nacional de Antropología
Representa la dualidad de las culturas mesoamericanas y se integra a la arquitectura del edificio ubicado en Paseo de la Reforma
Si en 1964 elegí la serpiente como símbolo prehispánico de vida, ahora opté por el cráneo, representación de la muerte, explica el escultor
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La obra escultórica de Felguérez, en acero al carbón, delimita el perímetro del museo diseñado por Pedro Ramírez Vázquez (1919-2013), del lado de Paseo de la Reforma hasta la altura del monolito de TlálocFoto Melitón Tapia y Manuel Curiel/ INAH
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Detalles del tzompantli de 400 metrosFoto Melitón Tapia y Manuel Curiel/ INAH
De la Redacción
 
Periódico La Jornada
Sábado 1º de noviembre de 2014, p. 2
Un gran tzompantli titulado Muro de calaveras, con formas geométricas y de 400 metros, creado por el artista Manuel Felguérez, fue colocado en el perímetro del Museo Nacional de Antropología, como parte de los festejos por el 50 aniversario del recinto ubicado en Paseo de la Reforma.
Este muro de calaveras, que se inspira en la época prehispánica, invita junto con el monolito de Tláloc a recorrer el museo diseñado por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez (1919-2013).
La gran pieza de Felguérez representa la dualidad de las culturas mesoamericanas y se integra a la arquitectura y a la panorámica visual del museo que luce ahora una cerca de calaveras modernas.
Esta obra escultórica fue elaborada en acero al carbón y delimita el contorno del Museo Nacional de Antropología, del lado de Reforma hasta la altura del monolito de Tláloc.
El artista comenzó esa obra en 2009 con 135 metros y ahora se culmina en la efeméride del recinto.
Vínculos con el arte precolombino
Manuel Felguérez, precursor del arte abstracto en México, explica: Si en 1964, para el interior elegí la serpiente por ser un símbolo de vida importantísimo para todas las culturas de Mesoamérica, ahora opté por el cráneo, símbolo de la muerte, por la misma razón.
El artista recuerda que existe un contacto previo a la construcción del edificio y conoció la Piedra del Sol desde niño. Incluso tomó clases de arqueología en el antiguo museo, en la calle de Moneda, donde acudía habitualmente para dibujar figuritas, refiriéndose a las formas humanas de cerámica.
“Cuando Pedro Ramírez Vázquez me invitó a participar en la creación del nuevo museo yo era un joven pintor –dice Felguérez–; me había dado a conocer por los murales escultóricos que realicé en el cine Diana (1961) y el relieve Canto al océano (1963), en el Deportivo Bahía, proyectos realizados al lado de Alejandro Jodorowsky. Creo que estos antecedentes sirvieron para que al arquitecto se le ocurriera que yo podía hacer la celosía que rodea la parte alta del edificio en el patio central; él quería que dicho espacio tuviera una reminiscencia maya.
“En esa ocasión –señala– elegí algo sencillo, porque había poco tiempo para ejecutarlo: un juego óptico de serpientes que parecen ascender y descender.
Tendría unos 36 años y para mí era un logro importante que a esa edad me invitaran a hacer la celosía del museo, porque como artista era joven, no un maestro reconocido.
Por esos primeros vínculos con el arte prehispánico, en 1964 Pedro Ramírez Vázquez llamó a Felguérez para elaborar la celosía que ornamenta el exterior de las vidrieras que dan a las salas del nivel superior del museo.
Medio siglo después, Felguérez no sólo vive para ver y contar el aniversario de este recinto, sino que celebra con una nueva obra escultórica la cual da continuidad a la edificación de Ramírez Vázquez: el cerco exterior del museo donde habita el arte de la ruptura al lado de la Escuela Mexicana de Pintura, el surrealismo y las vanguardias, con sus reflexiones distintas de la identidad indígena y la historia prehispánica.