ACADEMIA DE 14 AGOSTO DE 2012

ACADEMIA DE  14 AGOSTO DE 2012
TURNO VESPERTINO

martes, 4 de octubre de 2011

DOMINGO ROJO



A finales de
noviembre de 1934 el famoso gobernador de Tabasco, Tomás Garrido Canabal, llegó
a la Ciudad de México, invitado por el recién electo presidente de México,
Lázaro Cárdenas, para hacerse cargo de la Secretaría de Agricultura, puntal de
la Reforma Agraria y factor importante dentro del novedoso “Plan Sexenal”.
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El
sedicente socialista llegó a bordo de su Guacamayo (un avión pintado de rojo y
negro) con sus colaboradores más cercanos –algunos más obsesionados que otros en
su combate contra Dios–, y al otro día arribó la vanguardia de los Camisas
Rojas: un centenar de jóvenes fanáticos organizados y uniformados al estilo de
las milicias.
Garrido Canabal era bien conocido en el país por su particular
“estilo de gobernar” –como se le decía a los poderes metaconstitucionales de los
Ejecutivos– que había comenzado a implantar desde 1919. Amparado en su propia
idea de “bienestar social”, el gobernador había emitido una serie de decretos a
lo largo de los años para controlar las costumbres privadas de los
ciudadanos
y alejarlos de los vicios y engaños del capitalismo. Una cruzada
moralista que conjugaba un discurso místico de paternalismo estatalista, apoyado
en organizaciones sociales controladas con mano de hierro, y al que se añadían
adjetivos “revolucionarios”.
Pero si en “el Edén” se habían clausurado
templos, “fusilado” imágenes y prohibido todo signo religioso era porque antes
ya habían planchado toda disidencia civil con la afirmación del culto a la
personalidad del líder. Las anécdotas sobre aquella esperpéntica realidad
abundan en las crónicas de periodistas y perseguidos, en las que no falta el
cuento de que la única libertad que existía en Tabasco era la hija del
gobernador: se llamaba Zoila Libertad.
En 1934 el flamante
secretario de Agricultura comenzó a organizar las actividades de sus secuaces y
a moverse a sus anchas en el D.F., como si estuviese en su estado. Martes
rurales, jueves ganaderos, sábados rojos... domingos anticlericales de los
camisas rojas.
El segundo domingo de esas reuniones, el 30 de diciembre de
1934, fue en el jardín de Coyoacán, frente a la iglesia de San Juan Bautista. A
las 10 de la mañana los garridistas llegaron para cubrir una cruz de piedra con
una bandera rojinegra y comenzar sus diatribas contra la Iglesia y sus
seguidores; pero no estaban en “el Edén”, y entre los paseantes no faltó el que
pidiera al orador que se callara. La bulla creció para abrir las agresiones
verbales, y con la salida de misa la multitud creció alrededor de los camisas
rojas. Gritos, insultos, empujones y, en inferioridad númerica, los tabasqueños
se replegaron hacia el edificio de oficinas públicas en la plaza... después de
abrir fuego de pistolas contra la gente y haber matado a cinco feligreses y
herido a muchos más. Los ultrajados de Coyoacán estaban furiosos y en medio de
los violentos golpes que siguieron, uno de los camisas rojas fue muerto: en las
subsecuentes protestas garridistas contra el “linchamiento” se convirtió en
mártir.

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