ACADEMIA DE 14 AGOSTO DE 2012

ACADEMIA DE  14 AGOSTO DE 2012
TURNO VESPERTINO

sábado, 13 de octubre de 2012

¿EL VERDADERO VILLANO DE NUESTRA HISTORIA? 2012/10/13/

Mariano Paredes y
Arrillaga

¿El
verdadero villano de nuestra historia?








Pedro Gualdi, la Catedral y la gran Plaza de México,
1848, Óleo sobre Tela, Museo Nacional de Historia,
Conaculta-INAH-Mex;
reproducción Autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e
historia
.



Para los
investigadores, la derrota ante Estados Unidos en 1847 era del todo previsible.
Además de las enormes asimetrías económicas y militares, nuestro país se hallaba
en un estado deplorable. En vísperas de la invasión, una conspiración incrementó
la discordia nacional y puso enfrente una nueva amenaza. El general Paredes, al
mando del único ejército armado, uniformado y disciplinado –estratégicamente
ubicado en San Luis Potosí–, desobedeció las órdenes y, en vez de avanzar hacia
el norte a enfrentar al invasor, decidió voltear las armas contra el gobierno y
marchó a la capital para derrocar al presidente Herrera. Esta es la
historia.


 


Mariano Paredes y Arrillaga es poco conocido a
pesar del terrible papel que jugó en un momento delicado de nuestra historia.
Nacido en la ciudad de México en 1797 en el seno de una familia distinguida, se
enroló como cadete en 1812 y alcanzó notoriedad con la acción militar de los “30
contra 400”, ocurrida poco antes de consumarse la independencia entre una
reducida partida del Ejército Trigarante y un numeroso contingente
realista.
Sin duda fue un buen oficial, aunque sus ascensos también derivaron
de los pronunciamientos. Así, al adherirse al Plan de Iguala saltó de capitán a
coronel en 1821, aunque el grado no se le ratificó hasta 1831. Su lealtad a
Anastasio Bustamante le redituó el ascenso a general de brigada en 1832, que
tardó en hacerse efectivo hasta 1837 por la proscripción que le impuso la Ley
del Caso de 1833, por la cual el gobierno de Antonio López de Santa Anna se
deshizo de sus enemigos políticos desterrándolos.
Con fama de honesto y buen
militar, don Mariano carecía de una atractiva personalidad. Guillermo Prieto lo
retrató como “pequeño de cuerpo, de roma nariz y ojos pequeños, pelo lacio,
erguido y pretencioso. La figura de Paredes, bien aprovechada, podía servir para
recaudar boletos a la puerta de un teatro”. Además subrayó que era
“ignorantísimo…, como casi todos los generales” y un elitista que insistía en
que sólo debían votar las “clases productoras y acomodadas”.
Al regreso de su
exilio, en 1836 fue nombrado comandante de Jalisco, donde permaneció hasta 1841,
aunque con una interrupción por algunos días en los que ejerció como ministro de
Guerra. Su casorio con una tapatía de familia distinguida le dio entrada a la
elite regional, que por su fama de honestidad y eficiencia apoyó su gubernatura,
al tiempo que le aseguró clientela en el Ejército.

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