ACADEMIA DE 14 AGOSTO DE 2012

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TURNO VESPERTINO

lunes, 3 de febrero de 2014

En 75 años, el INAH ha dotado al país de tradición arqueológica
Los prolíficos hallazgos y la contribución de especialistas como Beatriz Braniff, Alfonso Caso y Román Piña Chan sustentan el lugar de la institución a escala internacional: Matos Moctezuma
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El arqueólogo Alberto Ruz, quien descubrió la tumba del rey Pakal, en Palenque, Chiapas, en junio de 1952Foto INAH
Ana Mónica Rodríguez
 
Periódico La Jornada
Lunes 3 de febrero de 2014, p. 8
Las prolíficas investigaciones y excavaciones que se llevan a cabo en México en zonas arqueológicas como Teotihuacán, Monte Albán o Palenque, entre otras, no se explican sin el trabajo realizado por los pioneros de la arqueología en el país, antecesores de quienes hoy conforman el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) que hoy celebra su 75 aniversario.
Los nombres de Eulalia Guzmán, Beatriz Braniff, Alfonso Caso, Ignacio Bernal, Alberto Ruz, Leopoldo Batres, Manuel Gamio y Román Piña Chan, entre otros expertos nacionales y extranjeros, son referente indispensable de la arqueología mexicana por su enorme contribución al estudio y conocimiento de las civilizaciones mesoamericanas precolombinas.
El arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma explica que México es uno de los países a escala mundial con enorme tradición arqueológica, pues desde épocas muy tempranas se atendía lo que era ese pasado; los mismos grupos indígenas prehispánicos buscaban también sus raíces, relacionándolas, claro está, en ese momento, con los mitos, los dioses.
Por ejemplo, Eulalia Guzmán (1890-1985) marcó un precedente para la arqueología y las mujeres mismas, porque con la dirección de Alfonso Caso participó en la expedición al sitio de Monte Albán y de la Mixteca Alta (entre 1931 y 1933). Fue directora del Departamento de Arqueología y estudiosa de diversas piezas arqueológicas en museos y bibliotecas de varios países.
Entre sus prolíficas investigaciones y labores docentes, Guzmán rebatió la tesis de Alfonso Caso que buscaba terminar con la tradición de Ixcateopan, Guerrero, donde presuntamente se hallaba la tumba del tlatoani mexica Cuauhtémoc; luego de un intenso trabajo se jubiló en 1970 siendo encargada de los archivos históricos del INAH.
Braniff, pionera en el norte
Por su parte, la arqueóloga Beatriz Braniff, fallecida en diciembre pasado, fue pionera en los estudios de la zona norte del país o la gran Chichimeca. También se interesó en las costumbres de los bárbaros, como se conoce a los antiguos habitantes del desierto y coordinó el proyecto arqueológico en Paquimé, Chihuahua, de 1992 a 1995, donde habitaron unas 3 mil personas durante la época de esplendor de la cultura Casas Grandes.
Nacida en 1925, la investigadora emérita escribió los libros Dioses Guacamayas del Norte, Morales y Guanajuato y la tradición tolteca, entre otros. En 2011, el INAH reconoció a Braniff por sus 50 años de trabajo ininterrumpidos, junto con Arturo Román Pacheco, Jorge Angulo Villaseñor, María Teresa Huerta Preciado y María de la Luz Parcero.
El caso de Alfonso Caso, abogado, arqueólogo y antropólogo destacado, según la biografía de El Colegio Nacional, del que fue miembro fundador, recuerda que nació el primero de febrero de 1896 y falleció el 30 de noviembre de 1970.
De su prolífica trayectoria destaca su interés por la arqueología, la cual empezó hacia 1926, y en 1930 comenzó con las investigaciones en Monte Albán, las cuales arrojaron material extraordinario como la majestuosa tumba 7.
No obstante, el gran tema al que se dedicó Alfonso Caso fue al estudio de los códices y las inscripciones del México antiguo, y desempeñó numerosos cargos en la administración pública, como jefe del Departamento de Arqueología del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, hoy Museo Nacional de Antropología (1930-1933); director de esta institución (1933-1934); jefe de exploraciones en la zona arqueológica de Monte Albán (1931-1943); director del INAH (1939-1944); rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, a la que dotó de la Ley Orgánica que actualmente la rige (1944-1945), y miembro fundador de El Colegio Nacional y de la Academia Mexicana de la Historia, correspondiente de la Real de Madrid.
Fue autor de 300 obras, entre las que destacan El teocalli de la Guerra Sagrada (monolito encontrado en los cimientos del Palacio Nacional (1927), La religión de los aztecas (1936), Las exploraciones de Monte Albán (3 volúmenes), Trece obras maestras de arqueología mexicana (1938) y Calendario y escritura de las antiguas culturas de Monte Albán (1947).
Del arqueólogo de origen francés Alberto Ruz es imposible olvidar el descubrimiento que hizo de la tumba del rey Pakal en Palenque, Chiapas, en junio de 1952, así como sus innumerables investigaciones en el área maya; además, fue director de las exploraciones en Campeche, Yucatán y Palenque.
Después de ese hallazgo se multiplicaron las investigaciones en ese sitio prehispánico, donde también fue hallada la tumba de la Reina Roja y hasta la fecha los expertos trabajan con avanzada tecnología en otras estructuras de Palenque.
Por su parte, Leopoldo Batres fue pionero de la arqueología durante el periodo del Porfiriato y sus investigaciones en Teotihuacán, la ciudad de los dioses, fueron importantes para iniciar los estudios en este sitio.
El INAH, creado el 3 de febrero de 1939, también tiene entre sus investigadores fundamentales a Alfredo López Austin, quien coincide con su colega Eduardo Matos Moctezuma en la importancia de esta conmemoración.
La protección y defensa del patrimonio nacional, explica López Austin, es la función más importante de todas las del instituto, porque tenemos una riqueza muy grande que perdemos constantemente, una riqueza que se nos está yendo entre las manos por distintas razones. Por eso creo que el INAH es precisamente la institución que, en la forma más correcta y más viable, responde más a los intereses nacionales.
En tanto, el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma añade que el INAH realiza diversas funciones sustantivas, todas encaminadas a conocer mejor la parte antigua de nuestra historia. “Se puede pensar –concluye el fundador del museo y sitio arqueológico del Templo Mayor– que el instituto sólo se dedica a la conservación e investigación de las zonas arqueológicas, pero el campo de acción en que actúa el organismo es bastante amplio, como el rescate de las lenguas indígenas, estudios de antropología física, excavaciones, etnología y antropología social”.

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