Cristo Rey!LA OTRA GUERRA
CIVIL
Pablo Serrano Álvarez
<><><><><> > | En 1926 resonaron los gritos de batalla como ecos de mediados del siglo XIX, cuando liberales y conservadores protagonizaron enfrentamientos decisivos para definir el lugar que ocuparía la Iglesia y la religión en la edificación del nuevo Estado. Cuando se creía resuelta la vieja controversia, volvían a escucharse en los mismos parajes los gritos de batalla; los rebeldes ahora vociferaban ¡Viva Cristo Rey! La revuelta demostraba que el conflicto no sólo había quedado irresuelto, sino que setenta años después se actualizaba con los resabios de la guerra civil recién concluida |
La
Constitución de 1917, redactada al final de la fase armada de la Revolución,
parecía dejar bien claro el papel de la Iglesia: los artículos 3°, 5°, 27° y
130° delineaban los límites y alcances de la institución y de sus miembros en la
vida pública del país. Los años siguientes presenciarían las dificultades para
materializar, no sólo ésta, sino tantas otras regulaciones que el nuevo pacto
constitucional contemplaba. Las resistencias ante un marco legal que se
pretendía revolucionario, justiciero, nacionalista, agrarista…, fueron muchas
desde diversos frentes: los viejos terratenientes, el capital extranjero, el
gobierno norteamericano e incluso los propios campesinos que no atinaban a
entender cómo podía beneficiarlos la revolución hecha gobierno. Las alternativas
eran pocas para la nueva clase en el poder: imponían a rajatabla las radicales
reformas a riesgo de provocar nuevos conflictos –violentos seguramente– o se
sentaban a negociar los alcances de la Revolución aplicando la ley a veces sí y
a veces no. Ésta fue la ruta que prefirieron seguir los nuevos jefes. Una
combinación de fuerza, audacia política y negociación le permitió a Álvaro
Obregón sortear las diversas presiones diplomáticas, políticas, sociales y
militares durante el cuatrienio que encabezó como presidente (1920-1924), llegar
vivo al final del periodo y aun imponer a su candidato en la
Presidencia.
Plutarco Elías Calles (1924-1928), considerado por muchos más
radical y menos negociador que su mentor, se vio obligado a mantener el camino
de la flexibilidad en la aplicación de las leyes. Sometido, quizá, a mayores
resistencias al principio de su gobierno de las que enfrentó Obregón,
particularmente por parte de los petroleros norteamericanos.
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