Pues sí. A pesar de que tenemos la idea de que el Porfiriato fue una dictadura y que en el país no se movía una hoja sin que don Porfirio lo supiera y lo permitiera, la verdad es que entre 1876 y 1911 el país tuvo una intensa vida electoral.
Esto puede parecer una contradicción: ¿para qué hacer elecciones si al final don Porfirio lo decidía todo? ¿no era una pérdida de tiempo? la verdad es que las elecciones eran necesarias para legitimar al sistema político y para "medir fuerzas", como se decía en ese entonces.
Las elecciones servían para que hubiera una relación armoniosa entre los distintos grupos políticos que existían en el país, los cuales eran totalmente porfiristas, pero se enfrentaban entre ellos para controlar sus regiones.
Si bien don Porfirio influía en las decisiones políticas, él reconocía que debía otorgar un cierto margen de autonomía a las élites regionales para contar con su apoyo, y al mismo tiempo tenía que ser el árbitro supremo para evitar que los conflictos entre grupos acabaran en un baño de sangre.
Cuando Díaz llegó al poder en 1876, ese grupo que lo apoyó en la rebelión de Tuxtepec se hizo del control de sus estados. al principio eran gobernadores de facto, pero rápidamente se legitimaron a través de la realización de elecciones.
A partir de 1887 (cuando se reformó la Constitución para permitir la reelección presidencial), las legislaturas estatales también la permitieron, lo que ocasionó que se formara un grupo heterogéneo que controlaba todas las gubernaturas del país: "los porfiritos".
Estos gobernadores estatales controlaban sus legislaturas y resolvían los problemas que se presentaran en sus regiones. Si bien al principio eran militares, con el paso del tiempo se conviertieron en civiles que dependían más de sus habilidades políticas y administrativas para conservar el puesto.
No todos terminaban su mandato. Hubo quien tuvo que renunciar por los conflictos entre las fuerzas políticas del estado o porque le habían ofrecido un cargo en el gobierno federal. También empezaron a morirse en el cargo: entre 1877 y 1891 fallecieron 6 gobernadores en funciones, pero el número se disparo a 16 entre 1892 y 1910.
Por su parte, don Porfirio también tuvo que recurrir a las alianzas para sostenerse en el poder. No era suficiente el poderío militar ni el carisma. El 12 de febrero de 1877 se realizaron elecciones extraordinarias para que Díaz se convirtiera en presidente legítimo de México.
Como ya he explicado en los anteriores artículos de esta serie, las elecciones se realizaban a través de un método indirecto, en donde los ciudadanos votaban por un elector que a su vez votaba por quien debiera ocupar el cargo político.
Desde principios del siglo XIX (cuando comenzó a usarse ese método), las élites regionales controlaron las elecciones imponiendo a los electores que luego votaban por los candidatos más convenientes. El voto de la población era manipulado: se repartía dinero, se les obligaba a asistir a las casillas y muchas veces las elecciones terminaban violentamente.
Cuando Díaz se convirtió en presidente por primera vez en 1877, no realizó ninguna campaña política: simplemente contó con el apoyo de los líderes regionales, quienes arreglaron las elecciones en sus estados para garantizar el triunfo de don Porfirio.
El mismo mecanismo se utilizó en 1880 para garantizar el triunfo de Manuel González: un año antes se realizó una reunión de gobernadores en la Ciudad de México donde, a cambio de negociar el control de las legislaturas estatales, Díaz obtuvo la victoria prematura de su candidato.
A partir de 1884 las negociaciones entre el centro y los estados permitieron el triunfo de Díaz y su reelección indefinida a partir de 1890. Para facilitar la realización de las elecciones surgieron los "clubes políticos": organizaciones de adherentes a la candidatura porfirista que se formaban cada vez que había elecciones para luego disolverse.
Los clubes políticos eran organizados por las élites de los estados, con la intención de organizar la siguiente campaña presidencial que mantuviera a don Porfirio en el poder.
Los clubes hacían la propaganda, editaban folletos, organizaban mítines y al final llevaban a los votantes a las urnas. Todos eran porfiristas, pero no todos tenían los mismos intereses.
Esos clubes en realidad servían para impulsar a los líderes estatales (los cuales buscaban el apoyo de sus grupos y el beneplácito de don Porfirio). No era raro que los clubes se enfrentaran entre sí (a veces violentamente) para conseguir el respaldo del centro e imponer a sus candidatos.
Cuando ésto ocurría, don Porfirio tenía que intervenir para mantener el orden en la zona afectada, y normalmente escogía a un candidato que no tuviera alguna relación con los grupos en pugna, con la intención de apaciguar los ánimos.
Las negociaciones entre el centro y las regiones eran muy importantes, y al final se expresaban en las elecciones. Conforme pasaron los años y los porfiritos se anclaron en el poder (impidiendo el ascenso de nuevos grupos políticos), las negociaciones se volvieron cada vez más complejas.
Los grupos políticos querían conservar sus privilegios, pero además conforme pasaba el tiempo se hacía más evidente que don Porfirio no duraría más años, lo que provocaba una gran incertidumbre y despertaba la ambición de aquellos que querían ocupar su lugar.
El grupo porfirista estaba dividido entre los que apoyaban a Bernardo Reyes y quienes estaban con José Ives Limantour. El primero representaba la continuidad del grupo político-militar que venció a los franceses en 1867; el segundo era parte de esa generación que desarrolló económicamente al país y lo llevó a vivir en una etapa de prosperidad no vista desde el virreinato.
Ambos grupos se creían con el derecho de suceder a Díaz, lo que puso en crisis al sistema. Ante la posibilidad de que la sangre llegara al rio, hubo que hacer una nueva reforma constitucional en 1904 que restableciera la vicepresidencia para que existiera un mecanismo legal que solucionara (aunque fuera de manera parcial) la falta del viejo dirigente.
Díaz se convirtió en una pieza indispensable para evitar el desmoronamiento de un sistema cuyos miembros se enfrentaban constantemente por el poder. El general logró disciplinarlos, aunque al final, en 1908, abrió la puerta para que esos grupos comenzaran a radicalizarse, mientras una nueva generación exigía la posibilidad de participar en la política.
La falta de un auténtico mecanismo institucional que permitiera la rotación en el poder exacerbó las tensiones y al final provocó el levantamiento de 1910, la destrucción del Porfiriato y el surgimiento de un nuevo sistema político. De todo eso platicaremos en la próxima entrega.
miércoles, 28 de marzo de 2012
¿ ELECCIONES DURANTE EL PORFIRIATO? ARNO BURKHOLDER
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