Anónimo, Cómo era Las Casas. Cómo son nuestros frailes mártires, 1901, litografía, 26 x 72, Col. Biblioteca Nacional de Antropología e Historia “Eusebio Dávalos Hurtado” – INAH.
En: El Hijo del Ahuizote. Año XVI, tomo XVI, núm. 758. Director: Néstor González. México, 12 de mayo de 1901.
En ocasiones más bien contadas, las caricaturas de El Hijo del Ahuizote retomaron velada o directamente célebres cuadros extranjeros, y también de cuadros mexicanos, algunos de ellos sobre temas históricos; en 1895 publicó Viajes olímpicos, en que parodiaba un cuadro de Guido Reni, y en 1901 la ya aludida imagen de Contrastes: Como era las Casas/ Como son nuestro frailes mártires..., cercana en uno de sus motivos a un conocido cuadro de Félix Parra titulado Fray Bartolomé de las Casas, pintado en 1876. Sin embargo en otras ocasiones, como se ve adelante, los cuadros mismos, debido a su enfoque histórico, llegaron a ser el tema de discusión en sus caricaturas. Daniel Cabrera había estado al menos un par de años en la Academia de San Carlos, entre 1879 y 1881, siendo algunos de sus profesores José María Velasco, Santiago Rebull y Petronilo Monroy;[1] probablemente por ello, a lo largo de los años se encuentra en El Hijo del Ahuizote una que otra referencia a la escuela o a algún pintor o cuadro en particular; sin embargo, es en 1899, con motivo de la XXIII exposición de la ENBA, en donde se concentran la mayor parte de sus comentarios y críticas en torno al tema, congruentes con la postura liberal y también antihispana del periódico; cabe suponer que serían escritos por Cabrera, pero no están firmados. En este tema, como ocurría en su manejo de las figuras históricas, el periódico mostraba su radicalismo y su tendencia a ajustar la realidad a sus argumentos.
Anónimo, Viajes olímpicos. (Casi parodia de la Aurora de Guido Reni), 1895, litografía, 25 x 37 cm., Col. Biblioteca Nacional de Antropología e Historia “Eusebio Dávalos Hurtado” – INAH.
En: El Hijo del Ahuizote. Año X, tomo X, núm. 480. Director: Daniel Cabrera. México, 7 de julio de 1895.
En principio, la crítica de El Hijo se centró en el discurso inaugural de Manuel Revilla, del que decía que, como intérprete fiel de la Academia, era un reaccionario, y por ello había halagado en demasía la participación española y el arte de la península, cuando España había venido ya a menos tanto artística como políticamente. Revilla había omitido hablar de Ocaranza, Monroy, Cabrera u Obregón, pintores de valía, pero que para los “mochos” tenían el gran defecto de ser mexicanos. El Hijo cuestionó la afirmación de Revilla respecto a que el país contaba con una escuela organizada, y afirmó: “en la Academia no se forman más que los que ya son artistas y á veces ni esos, porque donde no pintan Santos Niños de Atocha y Dolorosas y retratos del Caudillo, les hacen la guerra los frailes del convento de San Carlos hasta que los echan á pintar pulquerías”.[2] Por tanto, a pesar de que, como ha demostrado Fausto Ramírez, en las dos últimas décadas la Academia se tuvo la voluntad firme de impulsar la temática histórico-nacional,[3] es evidente que para El Hijo los esfuerzos habían sido muy insuficientes.
En otro artículo, publicado el 22 de enero de 1899, el periódico señaló categórico que la exposición había resultado un torneo entre el arte español y el mexicano, pues se había dado exagerada preferencia al primero, relegando las obras mexicanas que eran el objeto del certamen; los artistas nacionales se sentían desalentados ante el bombo exagerado con que los amateurs reaccionarios habían hecho de los españoles. Su crítica fue más radical que la de Felipe Gutiérrez para El Diario del Hogar,[4] pues para el anónimo detractor, los cuadros españoles ni siquiera valían como modelos, pues no eran sino cuadros medianos, y los comentarios respecto al abismo entre lo español y lo mexicano, derivaban de una predisposición de ensalzar lo extranjero y despreciar lo nacional, pues había cuadros mexicanos de Velasco, de Gedovius, de Flores, y del mismo Pina, superiores a los que se halagaban.[5] Con esta percepción, el semanario publicó el mismo día una caricatura en la que se “vengaba” de los españoles como a la Academia, representada ésta en la figura de Lascurain, su director; su título es Percance artístico internacional/ Con motivo de la actual Exposición de Bellas Artes entre personajes del cuadro de Ortega: “Una visita de Cortés al Emperador Moctezuma”. Lascurain llamaba a los pintores españoles a una exposición que en principio sería expresamente nacional; aquéllos llegaban en multitud, en busca de fama, y sus cuadros ocupaban la galería de la Academia. Pero, al lado de aquella “nueva invasión”, le toca su lugar al cuadro de Ortega; de pronto, Moctezuma, dentro de la pintura, le dice a Cortés que no es ya un mandarín y que le cobrará todas sus fechorías; los personajes brincan fuera del cuadro, e inician una pelea, pero más bien es el emperador mexica el que golpea sin piedad al español; al otro día, al asomarse Lascurain a la galería, Moctezuma continuaba la golpiza. Por tanto, la caricatura afirmaba que no existía más la sujeción, por lo que no era posible tolerar que se humillara a los mexicanos; la Academia debería defender el arte nacional, y no lo hacía.
Anónimo, Percance artístico internacional con motivo de la actual Exposición de Bellas Artes entre personajes del cuadro de Ortega, 1899, litografía, 26 x 37 cm., Col. Biblioteca Nacional de Antropología e Historia “Eusebio Dávalos Hurtado” – INAH.
En: El Hijo del Ahuizote. Año XIV, tomo XIV, núm. 665. Director: Daniel Cabrera. México, 22 de enero de 1899.
El periódico señaló también que lo que sí desmerecía mucho al lado del resto de las obras, eran los trabajos de los alumnos de la Academia, y ello se debía al atraso y descuido en que aquel plantel se ahogaba desde hacía tiempo; aunque algunos de sus asuntos estaban bien escogidos, su pobreza pasmaba, además de su servilísima sujeción a los modelos, y seguía:
“Los asuntos históricos, de los que más podía esperarse, han sido un fiasco. Los pintores de la Escuela, queriendo poner en sus obras un tono nacional, lo han hecho con tan mala suerte, que desde Izaguirre en su Suplicio de Cuauhtemoc, hasta el alumno Unzueta en su Tzomplantli ó sacrificio de españoles, han demostrado su falta de aptitudes./ Los asuntos son elogiables; pero las reconstrucciones de hechos pasados requieren un pincel maestro, un dominio completo de la composición y un vasto caudal de conocimientos en historia, en indumentaria, en arqueología, etc., etc., y esto no lo tienen todavía los alumnos ni los ex-alumnos de Bellas Artes. Es mucho asunto para tan poco pincel” […]; “con más estudio, más alma, más dedicación, mejor dirección, y sobre todo, con constancia, nuestros pintores harán algo.” [6]
Concluía criticando la índole conservadora del profesorado, y sus viejos procedimientos perezosos para toda creación y decadentes, y también la negligencia del mismo director; la escuela necesitaba reformas. [7] Modelos saludables serían los cuadros de pintores de otros países europeos, pero “primero volaban con dinamita la Academia los retrógrados que la gobiernan, que permitir en ella esas florescencias espléndidas del arte protestante alemán ó del libre pensador francés”. La exposición había sido un fiasco para el arte mexicano, pero un negocio redondo para los españoles. El atraso en que estaba hundido todo el país desde hacía veinte años se extendía al arte, y donde pisaba la “bota tuxtepecana” ni artistas nacían. [8]
En cuanto a la afirmación de que algunos de los asuntos de los cuadros eran elogiables, con una caricatura El Hijo del Ahuizote precisó su crítica, y señaló no estar de acuerdo con el sesgo que se les daba; se titula En los salones de la Academia. A propósito del “Tzompantli”, cuadro de Unzueta, y se publicó también el día 22. Se mostraba en una escena lo que habría pintado dicho joven: a los mexicas aserrando gachupines; en la otra lo que debía haber pintado: la masacre que los españoles habían hecho entre los indígenas. Cuando se coteja la imagen con el cuadro, se perciben algunas cuestiones interesantes; una es que, en efecto, la ambientación de época es poco convincente, y otra, que el caricaturista no contó con ninguna reproducción de la fuente original, por lo que su imagen, a diferencia de aquélla en que se citaba la pintura de Ortega, visualmente apenas tiene algún nexo con el cuadro, que se logra apenas por el uso probable del apunte rápido de algunos de sus motivos; más bien debió seguir la descripción de quien redactó la crítica (probablemente Cabrera, quien además, como se mencionó antes, hasta 1900 se habría encargado de idear la parte gráfica del periódico), y por ello, trasladaría la percepción de éste, haciendo mayor hincapié en la crueldad de los indios al desprender el hecho de su carácter ritual. Evidentemente, a El Hijo del Ahuizote le parecía que el cuadro asumía un punto de vista prohispano al soslayar la violencia de los conquistadores españoles;[9] en el contexto de la exposición, que de por sí subestimaba el arte nacional, resultaba que uno de los cuadros mexicanos en vez de defender los valores nacionales, los denigraba.
Anónimo, En los salones de la Academia. A propósito del “Tzompantli”, cuadro de Unzueta, 1899, litografía, 18 x 26 cm., Col. Biblioteca de Arte Mexicano Ricardo Pérez Escamilla – Fondo Museo Nacional de Arte.
En: El Hijo del Ahuizote. Año XIV, tomo XIV, núm. 666. Director: Daniel Cabrera. México, 29 de enero de 1899.
Al final, el acucioso semanario encontró una obra de su gusto, y ello se debió a que abordaba un tema liberal; se trataba de un boceto de Alciati para un monumento a Ocampo; entonces afirmó:
“En la Academia de Bellas Artes es muy raro que se vea algo bueno en materia de arte, y más raro, que se explote un asunto liberal” [por ello, al verlo] “sentimos la satisfacción del que después de buscar mucho tiempo un manantial donde saciar la sed, halla una poca de agua” […]; “es la única nota liberal netamente mexicana de todo el concurso”, […] [a] “ningún mexicano se le ocurrió explotar un asunto histórico liberal mexicano. Hubo quien pinta escenas de la conquista y de la Independencia; pero ninguno tributó el menor homenaje á nuestros luchadores de la última mitad del siglo. Hay en la Academia retratos de políticos, lo cual demuestra, ó que se venden, ó que la adulación inspira á algunos pinceles”. [10]
Es claro que la cuestión temática de las obras era central para El Hijo del Ahuizote; pero también, al menos en esta ocasión, que de forma implícita se ubicaba al liberalismo mexicano en tiempos de la Intervención y el Imperio. En este sentido, quizá el periódico tenía razón al comentar que aunque se habían tocado algunos otros temas de la historia nacional, no había ninguno referente a dicho periodo; en efecto, se ha señalado ya cómo, a pesar de que la Academia si alentó la producción de temas histórico-nacionales, “entre las múltiples posibilidades que ofrecía la historia patria, se optó en realidad por una gama reducida y bien delimitada”, pues resalta la abundancia de asuntos prehispánicos.[11] La exigencia de nuevas temáticas, y entre ellas, de forma especial, la de la historia patria, se reafirmaría en un artículo que el periódico publicó en 1902, en que recurriendo en realidad a viejos argumentos, se reprobaba la elección de un tema religioso para el siguiente concurso de la Escuela de Bellas Artes; esto era inexplicable, y no se podía achacar a la escasez de temas:
“pues hasta á un profano en el arte, como el que ésto escribe, se le ocurre, que desprendiéndose la imaginación del Capitolio de los Santos Mártires, encuentra el alma deleitables asuntos en que robustecer sus divinas inspiraciones./ Volvamos la vista al campo de la Historia Patria y la encontraremos tan rica en hechos gloriosos, como son ricos, el Papa con sus joyeles y Montes de Oca el Obispo con sus tezontles de brillantes./ Así pues, ¿á qué recurrir á las viejas imágenes de la Escuela Mística, cuando sobran asuntos nacionales que pueden convertirse en apoteosis de arte […]? ¿á qué buscarle la cuadratura al manto de San Lúcas, cuando hay pasajes de parábolas heroicas, en nuestros hechos patrios? Si pintura heroica, allí están el generoso Nicolás Bravo perdonándoles las vidas á trescientos prisioneros de guerra de los que acababan de matar á su padre y al soberbio Morelos resistiendo bizarramente al sitio de Cuautla; allí también, la espartana Madre de Rayón contestando al enviado del Virrey Venegas que mejor quería un hijo muerto que dos hijos traidores; si pintura bucólica, allí tenéis las azulosas y soberbias Cumbres de Maltrata, cuyos laberintos exuberantes quieren escalar el cielo, y el manto nimboso de eterna nieve de dos titanes que arrullaron el sueño de las águilas aztecas: el Popocatepetl y el Ixtatcihuatl; si pintura social, penetrad á los amplios talleres donde rinden grandioso culto á Minerva, los sacerdotes de dril y melena alborotada que hacen con la palanca del trabajo trepidar el infinito./ Que no se nos diga que estos no son temas sublimes de inspiración, que no se nos objete de presuntuosos al señalar algunos de los veneros de donde brota fecundo el líquen que ha de glorificar el arte de nuestra patria./ Empapen su vigorosa fantasía nuestros jóvenes artistas en la virgen inspiración de su hermosa América; mojen su pincel en los arreboles dorados de la aurora del siglo XX; preparen su paleta con los colores vívidos de la escuela laica y rompan el pincel ríspido, donde se coagularon los matices de las pinturas que dieron vida á los Santos Mártires, Obispos y Confesores./ Lo nuevo es el arte y lo nuevo bajo el cielo nativo es el arte nacional.” [12]
La época ya había dado respuesta de alguna manera a estas inquietudes, en la pinturas de la Academia, en la obra paisajista de Velasco (aquí si con creces), y en algunas pinturas de género, pero en general, el número de artistas sólidos era raquítico. En todo caso, El Hijo del Ahuizote se expresaba en términos que parecieran familiares a quien conozca las exigencias que se planteó el arte dos décadas adelante.
En cuanto a la Constitución de 1857, se había convertido, gracias a la lucha contra la Intervención y el Imperio, en el símbolo nacional por excelencia entre los liberales, expresión acabada e inmutable en sus rasgos esenciales de las ideas liberales que fundamentaban la nación; sin embargo, desde que fue creada, había sido insatisfactoria para los distintos grupos políticos, y su sobrevivencia paradójicamente se debió a su inaplicación, primero durante la Intervención y el Imperio, y después, porque tanto Juárez como Lerdo gobernaron con la suspensión algunas garantías constitucionales, o con facultades extraordinarias en ámbitos diferentes; se trataba de fortalecer al ejecutivo frente al legislativo. [13]
El lenguaje mismo dio testimonio de esta transición, cuando la historiografía llamaba a quienes habían acompañado a Juárez en su peregrinar por el norte del país los “inmaculados”, porque no habían pisado tierra enemiga; El Hijo del Ahuizote, por ejemplo, se refería al inmaculado Juárez,[14] al mártir de la Reforma Don Melchor Ocampo,[15] éste y el propio Juárez eran profetas para los liberales. [16]
[1] Manuel Romero de Terreros. Catálogos de las exposiciones de la Antigua Academia de San Carlos de México: (1850-1898). México, Imprenta Universitaria, IIE-UNAM,1963. (Estudios y fuentes del arte en México XV). Entre otras, ver las págs. 502, 530 y 537. Además, estudió ornato modelado con Epitacio Calvo y litografía con José Fernández, en la Escuela Nacional de Artes y Oficios; Ibidem, págs. 525 y 538.
[2] “Un discurso ‘Académico’ ”, en El Hijo del Ahuizote, México, Tomo XIV, núm. 664, 15 de enero de 1899. Pág. 35.
[3] Fausto Ramírez, “Vertientes nacionalistas ...”, Op. cit.
[4] Angélica Rocío Velázquez Guadarrama.“La presencia del arte español en la XXIII exposición de la Escuela Nacional de Bellas Artes, 1989-1899”. Tesis presentada en la Universidad Iberoamericana para obtener el grado de Licenciado en Historia del Arte, México, 1994. Págs. 145-159.
[5] “El certamen de Bellas Artes”, en Ibidem, núm. 665, 22 de enero de 1899. Pág. 75.
[6] Ibidem.
[7] Ibidem.
[8] “Mercantilismo artístico”, en Ibidem, núm. 688, 12 de marzo de 1899. Pág. 99.
[9] El antihispanismo de la caricatura de El Hijo contrasta con el tratamiento que se le dio a una parodia que del cuadro de Unzueta se publicó en El Mundo Ilustrado el 19 de febrero de 1899; se tituló El nuevo rastro, y en ella tan sólo se aludía a la carnicería hecha por los mexicas, si bien de una forma atenuada (de acuerdo con el tratamiento ligero que en esta publicación se le daba a las noticias), porque en vez de cuerpos humanos, los sacrificados eran animales (la imagen se reproduce en Angélica Rocío Velázquez Guadarrama. Op. cit.. Ilustración 43.
[10] “Un monumento a Ocampo”, en Ibidem, núm. 671, 5 de marzo de 1899. Pág. 94.
[11] Fausto Ramírez, “Vertientes nacionalistas ...”, Op. cit. Págs.155 y 156.
[12] “San Lucas y la escuela laica”, en Ibidem, Tomo XVII, núm. 810, 4 de mayo de 1902. Pág. 1298.
[13] Guerra. Ibidem. Págs. 29-31 y 56-57.
[14] “¡Y ahora! ¿cómo les quedará el ojo”, en El Hijo del Ahuizote, México, Tomo X, núm. 482, 21 de julio de 1895. Pág. 2.
[15] “Semana sensacional”, en Ibidem, núm. 475, 2 de junio de 1895. Pág. 2.
[16]“¿En dónde están los liberales?”, en Ibidem, Tomo I, núm. 32, 28 de marzo de 1886. Pág. 2.
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