ACADEMIA DE 14 AGOSTO DE 2012

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TURNO VESPERTINO

miércoles, 28 de marzo de 2012

¿ ELECCIONES DURANTE EL PORFIRIATO? ARNO BURKHOLDER

Pues sí. A pesar de que tenemos la  idea de que el Porfiriato fue una dictadura y que en el país no se movía  una hoja sin que don Porfirio lo supiera y lo permitiera, la verdad es  que entre 1876 y 1911 el país tuvo una intensa vida electoral.

Esto  puede parecer una contradicción: ¿para qué hacer elecciones si al final  don Porfirio lo decidía todo? ¿no era una pérdida de tiempo? la verdad  es que las elecciones eran necesarias para legitimar al sistema político  y para "medir fuerzas", como se decía en ese entonces.

Las  elecciones servían para que hubiera una relación armoniosa entre los  distintos grupos políticos que existían en el país, los cuales eran  totalmente porfiristas, pero se enfrentaban entre ellos para controlar  sus regiones.

Si bien don Porfirio influía en las decisiones  políticas, él reconocía que debía otorgar un cierto margen de autonomía a  las élites regionales para contar con su apoyo, y al mismo tiempo tenía  que ser el árbitro supremo para evitar que los conflictos entre grupos  acabaran en un baño de sangre.

Cuando Díaz llegó al poder en  1876, ese grupo que lo apoyó en la rebelión de Tuxtepec se hizo del  control de sus estados. al principio eran gobernadores de facto, pero  rápidamente se legitimaron a través de la realización de elecciones.

A  partir de 1887 (cuando se reformó la Constitución para permitir la  reelección presidencial), las legislaturas estatales también la  permitieron, lo que ocasionó que se formara un grupo heterogéneo que  controlaba todas las gubernaturas del país: "los porfiritos".

Estos  gobernadores estatales controlaban sus legislaturas y resolvían los  problemas que se presentaran en sus regiones. Si bien al principio eran  militares, con el paso del tiempo se conviertieron en civiles que  dependían más de sus habilidades políticas y administrativas para  conservar el puesto.

No todos terminaban su mandato. Hubo quien  tuvo que renunciar por los conflictos entre las fuerzas políticas del  estado o porque le habían ofrecido un cargo en el gobierno federal.  También empezaron a morirse en el cargo: entre 1877 y 1891 fallecieron 6  gobernadores en funciones, pero el número se disparo a 16 entre 1892 y  1910.

Por su parte, don Porfirio también tuvo que recurrir a las  alianzas para sostenerse en el poder. No era suficiente el poderío  militar ni el carisma. El 12 de febrero de 1877 se realizaron elecciones  extraordinarias para que Díaz se convirtiera en presidente legítimo de  México.

Como ya he explicado en los anteriores artículos de esta  serie, las elecciones se realizaban a través de un método indirecto, en  donde los ciudadanos votaban por un elector que a su vez votaba  por  quien debiera ocupar el cargo político.

Desde principios del  siglo XIX (cuando comenzó a usarse ese método), las élites regionales  controlaron las elecciones imponiendo a los electores que luego votaban  por los candidatos más convenientes. El voto de la población era  manipulado: se repartía dinero, se les obligaba a asistir a las casillas  y muchas veces las elecciones terminaban violentamente.

Cuando  Díaz se convirtió en presidente por primera vez en 1877, no realizó  ninguna campaña política: simplemente contó con el apoyo de los líderes  regionales, quienes arreglaron las elecciones en sus estados para  garantizar el triunfo de don Porfirio.

El mismo mecanismo se  utilizó en 1880 para garantizar el triunfo de Manuel González: un año  antes se realizó una reunión de gobernadores en la Ciudad de México  donde, a cambio de negociar el control de las legislaturas estatales,  Díaz obtuvo la victoria prematura de su candidato.

A partir de  1884 las negociaciones entre el centro y los estados permitieron el  triunfo de Díaz y su reelección indefinida a partir de 1890. Para  facilitar la realización de las elecciones surgieron los "clubes  políticos": organizaciones de adherentes a la candidatura porfirista que  se formaban cada vez que había elecciones para luego disolverse.

Los  clubes políticos eran organizados por las élites de los estados, con la  intención de organizar la siguiente campaña presidencial que mantuviera  a don Porfirio en el poder.

Los clubes hacían la propaganda,  editaban folletos, organizaban mítines y al final llevaban a los  votantes a las urnas. Todos eran porfiristas, pero no todos tenían los  mismos intereses.

Esos clubes en realidad servían para impulsar a  los líderes estatales (los cuales buscaban el apoyo de sus grupos y el  beneplácito de don Porfirio). No era raro que los clubes se enfrentaran  entre sí (a veces violentamente) para conseguir el respaldo del centro e  imponer a sus candidatos.

Cuando ésto ocurría, don Porfirio  tenía que intervenir para mantener el orden en la zona afectada, y  normalmente escogía a un candidato que no tuviera alguna relación con  los grupos en pugna, con la intención de apaciguar los ánimos.

Las  negociaciones entre el centro y las regiones eran muy importantes, y al  final se expresaban en las elecciones. Conforme pasaron los años y los  porfiritos se anclaron en el poder (impidiendo el ascenso de nuevos  grupos políticos), las negociaciones se volvieron cada vez más  complejas.

Los grupos políticos querían conservar sus  privilegios, pero además conforme pasaba el tiempo se hacía más evidente  que don Porfirio no duraría más años, lo que provocaba una gran  incertidumbre y despertaba la ambición de aquellos que querían ocupar su  lugar.

El grupo porfirista estaba dividido entre los que  apoyaban a Bernardo Reyes y quienes estaban con José Ives Limantour. El  primero representaba la continuidad del grupo político-militar que  venció a los franceses en 1867; el segundo era parte de esa generación  que desarrolló económicamente al país y lo llevó a vivir en una etapa de  prosperidad no vista desde el virreinato.

Ambos grupos se creían  con el derecho de suceder a Díaz, lo que puso en crisis al sistema.  Ante la posibilidad de que la sangre llegara al rio, hubo que hacer una  nueva reforma constitucional en 1904 que restableciera la  vicepresidencia para que existiera un mecanismo legal que solucionara  (aunque fuera de manera parcial) la falta del viejo dirigente.

Díaz  se convirtió en una pieza indispensable para evitar el desmoronamiento  de un sistema cuyos miembros se enfrentaban constantemente por el poder.  El general logró disciplinarlos, aunque al final, en 1908, abrió la  puerta para que esos grupos comenzaran a radicalizarse, mientras una  nueva generación exigía la posibilidad de participar en la política.

La  falta de un auténtico mecanismo institucional que permitiera la  rotación en el poder exacerbó las tensiones y al final provocó el  levantamiento de 1910, la destrucción del Porfiriato y el surgimiento de  un nuevo sistema político. De todo eso platicaremos en la próxima  entrega.
http://clionautica.arts-history.mx/entrada.php?id=846

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