ACADEMIA DE 14 AGOSTO DE 2012

ACADEMIA DE  14 AGOSTO DE 2012
TURNO VESPERTINO

miércoles, 28 de marzo de 2012

LA REVOLUCION Y LAS ELECCIONES, ARNO BURKHOLDER

El sistema porfirista estaba a punto  de entrar en una crisis de la que no se recuperaría. Una parte de la  sociedad mexicana creía que si Bernardo Reyes se convertía en el sucesor  de Porfirio Díaz, México tendría un nuevo gobernante que guardaría la  paz y desarrollo que había costado tantos años alcanzar.

Sin  embargo, don Porfirio no opinaba igual, y prefirió deshacerse de Reyes  enviándolo a Europa. Fue entonces cuando, en la escena política  nacional, apareció un personaje que con el paso del tiempo se convirtió  en el apostol de la democracia.

Francisco I. Madero era un  hacendado de Coahuila quien por diversas razones decidió dedicarse a la  política. Y para ello, escribió un libro que hasta el día de hoy sigue  siendo importante:
"La sucesión presidencial en 1910".

En  este libro, Madero señala que para superar la crisis que México vivía  era necesario creer en la fuerza del voto, crear un auténtico partido  nacional y llamar a elecciones para que la ciudadanía escogiera a sus  nuevos gobernantes.

Había que conquistar el poder desde abajo:  primero los ayuntamientos, luego las gubernaturas y por último la  presidencia. Sin embargo, todo se aceleró y Madero se encontró con que  su libro lo hizo muy famoso en todo el país, y un amplio grupo de  antiguos reyistas lo lanzó como candidato para las elecciones  presidenciales de 1910.

Madero fue el primer político mexicano  que hizo una campaña electoral: recorrió varias partes de México para  convencer a la gente de que era necesario votar para impedir que la  futura desaparición de Díaz provocara el surgimiento de una dictadura.

Sin  embargo, los porfiristas vieron a Madero como un enemigo, por lo que  pusieron obstáculos a su campaña y al final lo metieron a la cárcel.  Madero huyó a Estados Unidos y lanzó el Plan de San Luis, en el que  convocaba a los mexicanos a la lucha armada para desplazar a todas las  autoridades.

La Revolución comenzó a principios de 1911, y trajó  consigo una tradición política que había sido erradicada desde 1876: el  pronunciamiento. Seguiría entre nosotros hasta el final del gobierno de  Lázaro Cárdenas.

Díaz prefirió renunciar antes de que la guerra  se hiciera más violenta, y a finales de 1911, luego de la realización de  elecciones extraordinarias, Madero se convirtió en presidente.

A  pesar de haber perdido su cabeza, el porfiriato seguía vivo, y no  estaba contento con su nuevo líder. Por su parte, los maderistas se  sintieron traicionados cuando Madero no los incluyó en su gabinete ni  les cumplió de inmediato las promesas que les había hecho si lo seguían  en su lucha.

Mientras tanto, en diciembre de 1911 se promulgó una  nueva ley electoral que por primera vez permitía el voto directo (para  elegir diputados y senadores) y la existencia de partidos políticos, tal  y como los conocemos ahora.

Los primeros tres partidos políticos  de la historia mexicana fueron: el Partido Constitucional Progresista,  el Partido Nacional Liberal y el Partido Católico Nacional.

La  maquinaria política porfirista no impidió el triunfo de Madero. En  realidad lo ayudó a llegar a la presidencia, puesto que el nuevo  caudillo había repetido (sin querer) un viejo argumento: alcanzar el  poder por la fuerza y legitimarse a través de las elecciones.

En  1912 hubo elecciones para renovar a los diputados y a la mitad del  Senado. Durante años se ha dicho que el poder legislativo fue  responsable de la caída de Madero, al oponerse a sus iniciativas de ley,  pero hay historiadores que aseguran que el Congreso, liberado de las  trabas que le ponía don Porfirio, sólo se comportó como lo hubiera hecho  cualquier otro Poder Legislativo en el mundo al discutir las propuestas  del Ejecutivo, y que si Madero cayó fue por sus políticas y por la  falta de aliados.
Madero fue asesinado en 1913 y Victoriano Huerta subió al poder,  lo que ocasionó que el gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, se  levantara en armas. Luego de vencer a Huerta y durante la etapa  carrancista (1916-1920) se realizaron cinco procesos electorales a nivel  nacional: elecciones de ayuntamientos (septiembre de 1916), elecciones  para diputados al congreso constituyente (octubre de 1916), elecciones  para diputados de la XXVII legislatura (mayo 1917), elecciones para  diputados de la XXVIII legislatura (julio 1918) y las elecciones  presidenciales extraordinarias de 1920 (realizadas por Adolfo de la  Huerta).

Para 1916 el constitucionalismo controlaba la mayor  parte del país (luego de destruir a la División del Norte un año antes) y  Carranza creía que era necesario legitimar a su movimiento a través de  elecciones. Éstas se realizaron en las zonas controladas por los  carrancistas y sólo pudieron votar ellos y sus aliados.

Estos  procesos electorales se caracterizaron por la baja participación y la  violencia en las casillas. Poco antes de la convocatoria al Congreso  Constituyente de 1917, los carrancistas formaron el Partido Liberal  Constitucionalista, y decidieron impulsar la candidatura de Carranza  como presidente de la República.

Fue en la Constitución de 1917  donde apareció por primera vez el voto directo para elegir a todos los  gobernantes. La reelección estaba prohibida para los cargos de  presidente y gobernadores, pero sólo podían votar los hombres (ya que el  voto femenino podía ser influido por la Iglesia).

La ley  electoral de 1918 estableció que los distritos, municipios y estados  controlaban la realización de las elecciones, levantando el padrón  electoral, registrando a los candidatos, computando los votos y  elaborando los documentos de la elección.

También señalaba que  para crear un partido político era necesario tener la firma de cien  ciudadanos, un programa político y una antigüedad no menor a dos meses.  También permitía las candidaturas independientes, con sólo tener 50  adherentes.

En septiembre de 1920, luego del asesinato de  Carranza, se realizaron las elecciones en las que Álvaro Obregón se  convirtió en el nuevo presidente, otra vez para legitimar algo que ya se  había decidido por las armas. Obregón ganó las elecciones con 1,079,000  votos, en un momento en el que los verdaderos electores eran los  generales que lo apoyaron para llegar al poder, y quienes tenían sus  propios partidos políticos para fortalecerse en sus regiones.

Si  bien todos apoyaban a Obregón (por lo menos al principio), entre estos  generales había fuertes y violentos enfrentamientos para quedarse con el  dominio de sus estados. A través de sus "partidos particulares", y  gracias al trabajo de sus "facilitadores políticos" las elecciones eran  controladas por nuevos grupos regionales (quienes se deshicieron de las  antiguas élites porfiristas).

Como en el caso de los clubes  políticos del Porfiriato, apoyar a Obregón no significaba estar en el  mismo bando. Los facilitadores con sus grupos de votantes podían  enfrentarse a balazos para quedarse con el control de las casillas  electorales y de ese modo garantizar el triunfo estatal de sus líderes.

En  1923, al quedar claro que Obregón pondría en la presidencia a Plutarco  Elías Calles, Adolfo de la Huerta se levantó en armas (esperando repetir  el viejo esquema una vez más), pero el apoyo norteamericano a Obregón  se lo impidió.

Calles ganó las elecciones con 1,340,634 votos, lo  que fortaleció al grupo de sonorenses que llegaron al poder con Obregón  en 1920, y quienes creían que, junto a su jefe, bien podrían gobernar a  este país durante muchas décadas más...

http://clionautica.arts-history.mx/entrada.php?id=847

No hay comentarios:

Publicar un comentario