Independientemente de los aportes de la
arqueología para conocer mejor nuestra historia antigua, aquí vamos a referirnos
al uso que de ella se hace en diferentes ámbitos, entre los que destacan
aquellos que sirven, en cierta forma, para difundir algunos aspectos de la
disciplina. Estos varían de manera considerable, pues van desde anuncios que
presentan monumentos arqueológicos, calles que llevan nombres de sitios
prehispánicos, timbres postales, medallas y monedas que muestran figuras del
pasado, hasta las expresiones artísticas que se inspiran en aquel pasado y que
muchos de nuestros creadores han plasmado en escultura, pintura, grabado, danza,
poesía y arquitectura. Un caso diferente son aquellas manifestaciones en las que
se hace un abuso de la arqueología y la historia al tergiversar su verdadero
contenido y que en ocasiones inclusive sirven para atentar contra la integridad
de monumentos y de su importancia como parte de nuestro patrimonio arqueológico
e histórico. A continuación vamos a hacer una aproximación a ambos temas: el
uso y el abuso, y a la manera en que se presentan en un lugar específico: la
ciudad de México. El fin primordial radica en interesar a nuestros lectores en
el tema para que cobren conciencia de la enorme riqueza de expresiones que
existen en nuestro mundo cotidiano, y que en ocasiones pasan desapercibidas para
los habitantes de nuestra ciudad.
Usos de la
arqueología Para comenzar, quiero comentar que pocas personas
conocen los diferentes sitios arqueológicos que tenemos en la ciudad de México.
Aunque todos están abiertos al público el número de personas que los visitan
varía. Si seguimos un orden cronológico, tenemos que empezar por Cuicuilco,
localizado al sur de la ciudad de México, muy cerca de la Ciudad Universitaria y
la Villa Olímpica, en la delegación Tlalpan. Este sitio fue excavado en 1923 por
Byron Cummings, de la Universidad de Arizona, quien encontró debajo de la lava
vestigios de una antigua cultura dedicada a la agricultura. Posteriores trabajos
en lo que hoy es la Villa Olímpica mostraron edificios de planta cuadrada,
además de un montículo hecho de lodo, que corresponde a la misma época, a un
costado de la avenida Insurgentes. La mayoría de los sitios arqueológicos de la
ciudad pertenecen a la cultura mexica. Son los casos de San Pedro de los Pinos,
a un lado del periférico y en la colonia del mismo nombre, o del adoratorio
circular dedicado a Ehécatl-Quetzalcóatl que se preservó en la estación del
metro Pino Suárez. En Xochimilco tenemos los grabados en piedra de Cuauhilama
(Santa Cruz Acalpixca) y en el cerro de Chapultepec están los grabados en piedra
(hoy poco visibles) de gobernantes mexicas. Pese a la capa de concreto que cubre
a la ciudad de México, contamos con dos sitios en la delegación Cuauhtémoc en
los que se ha podido excavar parte del recinto ceremonial: me refiero a los
vestigios de Tlatelolco y los del Templo Mayor mexica en pleno corazón de la
ciudad de México. Los nombres anteriores nos lleva a un tema de suyo
interesante: la persistencia de la lengua náhuatl en diversos lugares del
Distrito Federal. Algunas delegaciones fueron antiguas ciudades que conservaron
su nombre, por ejemplo, Azcapotzalco, Iztapalapa, Tlalpan, Coyoacán o
Xochimilco; asimismo, permanecen nombres de lugares como Tacuba –antiguo centro
tepaneca– o Tepeyac. Y qué decir de los nombres asignados a estaciones del
metro, como Tacuba, Cuitláhuac, Popotla, Copilco, Pantitlán, sólo por mencionar
algunas. Las calles y avenidas no están a la zaga en esta proliferación de
nombres de sitios arqueológicos del país, y así encontramos en la colonia
Narvarte calles como Tajín, Xochicalco, Zempoala, Yácatas, etc. Y para no
quedarnos atrás, también tenemos los nombres de distinguidos arqueólogos
asignados a estas vías, como Francisco del Paso y Troncoso, Manuel Gamio y
Alfonso Caso (este último con ocho calles en su haber).
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