ZAPATA
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Charles b. Waite, campesino de cuautla, ca. 1905, placa seca
de gelatina, Inv. 121617, SINAFO, CONACULTA-INAH-MEX; Reproducción autorizada
por el instituto nacional de antropología e
historia.
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En 1914, luego de tres años de lucha contra
cuatro gobiernos distintos, el Ejército Libertador del Sur encabezado por el
general Emiliano Zapata se adueñó del estado de Morelos, incluida su capital,
Cuernavaca, así como de las regiones adyacentes del Distrito Federal y los
estados de México, Puebla y Oaxaca, además de casi todo Guerrero. En los meses
siguientes, mientras en el resto del país se libraba una sangrienta guerra civil
en la que columnas zapatistas tuvieron una participación cuya relevancia se
sigue discutiendo, Zapata y sus colaboradores aplicaron localmente los
principales postulados del documento fundador de su movimiento, el Plan de
Ayala, lo que fue una muestra de lo que habría podido suceder en materia agraria
si la facción convencionista hubiese ganado aquella guerra.
El Plan de Ayala, fechado en noviembre de 1911, constituye, según François Chevalier y Arnaldo Córdova, “la continuación de la historia de los campesinos de Morelos” y es “fruto de la inspiración exclusivamente popular y rural”; representaba “la reacción elemental de los pueblos que veían amenazada su existencia”. Los artículos 6º y 7º del plan contenían la esencia del zapatismo inicial. El 6º señalaba que los pueblos o ciudadanos que tuvieran los títulos correspondientes a “los terrenos, bosques y aguas que hayan usurpado los hacendados, científicos o caciques a la sombra de la tiranía y justicia venal”, entrarían en posesión inmediata de dichos bienes, manteniendo la posesión “a todo trance, con las armas en la mano”. El 7º decía que, siendo una realidad que “la inmensa mayoría” de los pueblos y ciudadanos carecía de medios de vida y sufría “los horrores de la miseria”, “por estar monopolizadas en unas cuantas manos las tierras, montes y aguas, por esta causa se expropiarán, previa indemnización de la tercera parte de esos monopolios, a los poderosos propietarios de ellas, a fin de que los pueblos y ciudadanos de México, obtengan ejidos, colonias, fundos legales para pueblos o campos de sembradura o de labor”. Es decir: restitución de las tierras usurpadas, como decía el Plan de San Luis proclamado por Francisco I. Madero en 1910, pero también expropiación de las no usurpadas para dotación de “pueblos y ciudadanos”.
El Plan de Ayala, fechado en noviembre de 1911, constituye, según François Chevalier y Arnaldo Córdova, “la continuación de la historia de los campesinos de Morelos” y es “fruto de la inspiración exclusivamente popular y rural”; representaba “la reacción elemental de los pueblos que veían amenazada su existencia”. Los artículos 6º y 7º del plan contenían la esencia del zapatismo inicial. El 6º señalaba que los pueblos o ciudadanos que tuvieran los títulos correspondientes a “los terrenos, bosques y aguas que hayan usurpado los hacendados, científicos o caciques a la sombra de la tiranía y justicia venal”, entrarían en posesión inmediata de dichos bienes, manteniendo la posesión “a todo trance, con las armas en la mano”. El 7º decía que, siendo una realidad que “la inmensa mayoría” de los pueblos y ciudadanos carecía de medios de vida y sufría “los horrores de la miseria”, “por estar monopolizadas en unas cuantas manos las tierras, montes y aguas, por esta causa se expropiarán, previa indemnización de la tercera parte de esos monopolios, a los poderosos propietarios de ellas, a fin de que los pueblos y ciudadanos de México, obtengan ejidos, colonias, fundos legales para pueblos o campos de sembradura o de labor”. Es decir: restitución de las tierras usurpadas, como decía el Plan de San Luis proclamado por Francisco I. Madero en 1910, pero también expropiación de las no usurpadas para dotación de “pueblos y ciudadanos”.
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