ACADEMIA DE 14 AGOSTO DE 2012

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TURNO VESPERTINO

domingo, 24 de febrero de 2013

Ambigüedad en torno a la ciudad
Arnaldo Córdova
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A muchos no nos importaría que el DF pasara a llamarse Ciudad de México si ello quiere decir convertirla en una entidad con plenos poderes dentro del Pacto FederalFoto José Carlo González
En los círculos más próximos al jefe de Gobierno del Distrito Federal (GDF), Miguel Ángel Mancera, cada vez que se discute el tema de la reforma constitucional del DF, es patente el repudio a la idea generalizada de hacer del mismo una entidad igual a las otras treinta y una que componen la Federación. A veces se dice que es porque no se quiere que la entidad capital sea más poderosa que las otras y, a veces también, que sólo como simple ciudad (y no como entidad) puede ser igual a las demás. Esos argumentos se los hemos leído, alternativamente, a Bernardo Bátiz en algunas de sus colaboraciones.
Se ha podido apreciar que el acercamiento que el GDF hace con Peña Nieto se da precisamente usando como moneda de cambio la idea de que el Distrito Federal no debe ser una nueva entidad sino, sencillamente, una ciudad capital, lo cual está muy cerca de una propuesta de reforma constitucional que presentó la entonces senadora del PRI María de los Ángeles Moreno, que yo comenté en estas páginas ( La Jornada, 28.III.2010) y que, en esencia, proponía que el DF se llamara Ciudad de México y que se le organizara como si fuera un municipio grandote.
Moreno proponía dotarla de un alcalde, asesorado por una gran alcaldía, constituida por un grupo de funcionarios que serían sus colaboradores en las labores propias de su encargo; dejaba subsistir la Asamblea del Distrito Federal, pero con funciones acotadas, para hacerla parecer, sin que llegara a serlo, como un ayuntamiento. Se eliminaba, así, la discusión en torno a la muy demandada remunicipalización del DF, las delegaciones seguirían siendo las mismas y se las redefiniría como meras circunscripciones territoriales del gobierno defeño.
Como ya lo he señalado en otras ocasiones, en los círculos gobernantes perredistas del DF se fue diluyendo la vieja demanda de izquierda de hacer del mismo la entidad federal que está contemplada en el artículo 43 de la Carta Magna. Sus experiencias de gobierno desde 1997 les dicen que aquí no es posible hacer un nuevo estado sin perder la gobernabilidad de la entidad. Por eso, en lugar de Distrito Federal proponen, como la ex senadora Moreno, que se le llame Ciudad de México. Todo ello rechazando, de plano, la idea de un nuevo estado. Cómo sería entonces el gobierno de la Ciudad; es algo que no les queda claro. Lo que les queda claro es que el DF no puede ser un estado.
Parecería que es sólo una disputa por las palabras, pero no lo es. Se trata, más bien, de concepciones diferentes sobre lo que sería la soberanía popular en el DF. Porfirio Muñoz Ledo, comisionado por Mancera para que avíe la reforma constitucional, ha dicho terminantemente que se trata de la Ciudad de México y no de ningún estado o cosa que se le parezca. Aunque admite que puede haber ciudades que sean estados, como Berlín, no se pronuncia por hacer del Distrito Federal un estado. Personalmente, Mancera nunca se ha expresado con claridad.
Lo que a muchos nos preocupa es que se esté traficando con las palabras para lograr un acuerdo con el PRI, partido en el que prevalece el punto de vista de la ex senadora Moreno. De ahí la elección de la expresión Ciudad de México, olvidando lo que es esencial: la definición del DF como entidad fundadora del Pacto Federal que da el artículo 43 citado. A muchos no nos importaría que el DF pasara a llamarse Ciudad de México si ello quiere decir convertirla en una entidad con plenos poderes dentro del Pacto Federal, con sus tres poderes constitucionales soberanos y su reorganización municipal.
Sería ya una ganancia que, por lo menos, se restituyera al pueblo del DF el derecho soberano de nombrar a todas sus autoridades y del que se le privó, contradictoriamente, en el malhadado artículo 44 de la Carta Magna, que lo convierte en Distrito Federal y lo designa, precisamente, como Ciudad de México. Dicho de otra forma, se nos igualaría a todas las entidades federales con sólo que tuviéramos el derecho a elegir a nuestros gobernantes y legisladores. Pero la disputa por la Ciudad de México encierra una concepción autoritaria y autocrática de nuestra capital por mero terror a la democracia.
La muestra la da la reticencia con que, tanto perredistas como priístas, enfrentan el tema de la remunicipalización del DF (ni para qué hablar de los panistas). La misma propuesta de María de los Ángeles Moreno de convertir a la ciudad en un municipio grandote que, por lo visto, comparten los perredistas en el gobierno de la misma, enseña el cobre: no haber entendido lo que significa el municipio como autogobierno básico de la ciudadanía y sin que les entre en la cabeza que el problema del Distrito Federal es un problema político y no meramente administrativo; no se piensa, en efecto, cuando se habla del gobierno citadino, que se trata de su plena democratización y no de la administración de recursos.
Sí, es un problema político: remunicipalizar al DF quiere decir redemocratizarlo. Las delegaciones fueron, en su origen, divisiones geográfico administrativas que se trazaron sobre el mapa con la más obtusa arbitrariedad. Barrios enteros de la antigua metrópoli desaparecieron o fueron divididos sin que se les tomara en cuenta. Las delegaciones no sirven como parámetro de gobierno. Hoy son meros mastodontes administrativos. Lo que necesitamos es llevar el autogobierno original a los ciudadanos allí donde viven, en sus barrios y vecindades. No se trata de trazar nuevas demarcaciones geográficas, sino de hacer de nuevo que los defeños se autogobiernen y se autoorganicen.
Los perredistas en este punto son mucho menos claros que los priístas. Éstos quieren un gran municipio en el DF. Los perredistas no se sabe, en realidad, qué es lo que quieren con su propuesta de Ciudad de México. Lo único que está claro es que no quieren aquí un estado. Desde luego, hablan también en nombre de la recuperación de la plena soberanía de la entidad capital. El problema es que no nos dicen nada de lo que realmente interesa: ¿Será o no será el DF una entidad como todas las demás, desde el punto de vista político, vale decir, con sus poderes constitucionales soberanos? ¿Se llevará o no se llevará a cabo la remunicipalización del distrito?
Mucho me temo que haya ya un acuerdo entre priístas y perredistas en torno al tema de la reforma constitucional del DF y que la base del acuerdo sea un versión modificada de la propuesta de la ex senadora Moreno. Ambos quieren la Ciudad de México; los primeros, como una gran alcaldía; los segundos, ¿quién sabe? La elección es sin duda sugerida por el miedo a las masas, a una población que es muy dada a manifestarse y a actuar. Es también miedo a la democracia. No entienden, ambos, que, por ejemplo, una remunicipalización del DF puede llevar a una participación, a través del autogobierno, de toda la población en la solución de los problemas de la entidad. Más bien, le temen.
Sería necesario que el debate sobre la reforma no fuera sólo asunto de unos cuantos comisionados o invitados, sino que hubiera una auténtica discusión pública en la que participaran todos los sectores de la sociedad defeña e hicieran sus aportaciones. Para ello haría falta presentarles ideas y propuestas claras.

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