El claustro de La Merced: ¿techado o libre?
Jorge Alberto Manrique
Vi el artículo que firman Elena Poniatowska y Jesusa Rodríguez: Atentado criminal contra el ex convento de La Merced (La Jornada, 14 de febrero de 2013) y después el de Mónica Mateos-Vega, sobre el convento de La Merced, al día siguiente, 15 de febrero, en mi mismo periódico. El día 15, teníamos una junta con varias personas para otro propósito, ahí participaba el doctor Sergio Raúl Arroyo, director del INAH. Yo mencioné el problema del por qué cubrir el patio de La Merced. Arroyo nos dijo que las obras estaban detenidas –eso entendí.
La ciudad de México cambió durante el periodo de la Colonia, debido al deterioro normal, los terremotos, ideas de novedades, la fragilidad del terreno y las inundaciones. Son pocos los edificios del siglo XVII, casi todos son del XVIII. Uno de ellos es el claustro de la Orden de La Merced, y además es el más hermoso, que deja en desventaja a otros. En América éste es uno de los más bellos.Las iglesias de la ciudad de México en el XVII estaban cubiertas con artesonado y lazos de oro, pero a finales de ese siglo y el siguiente se modificaron, ahora con bóveda. Sólo la iglesia de La Merced (construido en 1634-1654) se mantuvo con el artesón original, así como el claustro, que es de finales del siglo.
En la Ley (Miguel) Lerdo, en vísperas de la Constitución de 1857, el gobierno de Comonfort redactó la ley de desamortización de los bienes muertos.
Esto se hizo después de la guerra de la Reforma, y se vendieron a partir de 1862. Había que hacer la Reforma –así es la historia– y al mismo tiempo se destruyeron obras de arte. La iglesia de La Merced se devastó y se hizo un mercado, La Merced, que cumplió su función, ahora tiene ese nombre. Pero lo que sí se salvó es el claustro y por fortuna se conserva el hermoso patio.
Hay imágenes (una acuarela y varias litografías) de la iglesia y el claustro del siglo XIX, y desde luego las fotografías de tres siglos, ahora numerosas. El patio tiene en los cuatro lados arcos de medio punto, es lo que se llama doble, con el piso alto, 28 arcos, siete vanos en los cuatro lados. Además de su dimensión, en las dos plantas la labor de los arcos adornados con rosca de ellos y ahí tienen puntas de diamante; los capiteles corintios, las columnas en los fustes con lazos, los entablamentos, los frisos y hasta las gárgolas, todo es riquísimo. Justo Sierra arrasó la vieja Universidad, para demostrar que la Universidad Nacional era nueva. Se salvó una portada del edificio obra de Ildefonso Iniesta Bejarano, que lo localizó en el Colegio de San Pedro y San Pablo, y su réplica en la Normal de Vasconcelos y ahora en el Teatro libre de la Normal, con el mural de José Clemente Orozco; y también las rejas de los vanos del claustro de La Merced. Se salvó el claustro, sí, pero sólo el patio pelón, ni sus dependencias ni las crujías ni pasillos. Pero éste es una maravilla de la ciudad.
Vista del patio del ex convento de La Merced, como luce en la actualidadFoto Roberto García Ortiz
La idea de que
los edificios tienen que ganarse la vida para no abandonarlos, es cierto en lo general, pero sólo en lo general. Este es el caso del patio de La Merced, que se conservó durante 150 años, es decir, cuando se destruyó la iglesia y el convento, el patio y sólo el patio se ganó por su belleza. Entiendo que las obras que ha hecho ahí el arquitecto Juan Urquiaga son para detalles que hacen falta, como remates o cornisas, porque el patio está íntegro. ¿Techado, para qué? Lo que hay que tener es vigilancia y portero, y anunciar que se puede entrar. En la ciudad, al público le gusta visitar estos lugares, tanto a los habitantes como a los turistas mexicanos y extranjeros, y seguramente tendrán éxito.
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