El retorno de la primavera magisterial
Luis Hernández Navarro
Enrique Peña Nieto le declaró la guerra al magisterio democrático.
El 3 de abril, en Boca de Río, Veracruz, en el foro México con educación de
calidad para todos, advirtió que nadie frenará la reforma educativa y que no
admitirá presiones ni retrocesos en su aplicación. No hay duda sobre el
destinatario de sus palabras: los maestros disidentes demandan su
abrogación.
El mandatario está decidido a convertir su contrarreforma en el buque
insignia de su sexenio. En ese mismo acto, anunció que la norma marcará el rumbo de México en las próximas décadas.
Lejos de ser una reunión de análisis y reflexión, el foro de Boca del Río fue un acto político para tratar de contener la irrefrenable movilización magisterial contra la reforma; una reunión para cobijar al mandatario ante el aluvión que azota al sector educativo en el país.
En las últimas dos semanas, a pesar de estar en vacaciones de Semana Santa, los profesores se movilizaron masivamente en varios estados contra la nueva norma, animados por la locomotora guerrerense. Las protestas se desplegaron en la arena pública nacional con un vigor inesperado para el gobierno federal. El 22 de marzo, los docentes guerrerenses ocuparon la Autopista del Sol por nueve horas y forzaron una negociación. La Ceteg y el gobernador Ángel Aguirre, con el aval del subsecretario de Gobernación, Luis Enrique Miranda Nava, firmaron una iniciativa de reformas a la ley estatal de educación, que destrababan parcialmente el problema. Sin embargo, pasada la Semana Santa, los diputados locales –en su mayoría miembros del partido del gobernador– desecharon sin discusión, por instrucciones del mandatario, los acuerdos pactados.
Con el SNTE
descabezado, el gobernador de Oaxaca, Gabino Cué, buscando una salida política, y los medios electrónicos y las cámaras empresariales exigiendo a gritos mano dura contra los maestros, el problema subió de tono. La advertencia presidencial de Boca del Río del 3 de abril quiso poner un dique a la expansión del descontento y mandar un mensaje de orden. Pero no sirvió, y el gobierno optó por elevar el nivel de confrontación. Ante la traición gubernamental y del Congreso local, el 5 de abril los profesores bloquearon nuevamente la carretera. La Policía Federal los desalojó por la fuerza. Los docentes se replegaron y, al día siguiente, efectuaron una numerosa marcha en Chilpancingo y lanzaron huevos y piedras al local del Partido de la Revolución Democrática por negarse a apoyar en el Congreso local sus demandas. Mañana miércoles efectuarán una gran manifestación en Chilpancingo. Decididos a transformar la lucha magisterial en un movimiento más amplio, formaron, junto a las policías comunitarias, el Movimiento Popular Guerrerense.
Desde China, el Presidente asumió la responsabilidad de la acción policiaca, y anunció su negativa a convertir al gobierno federal
en rehén de pretensiones particulares o de quienes se opongan al desarrollo. Anunció que los escuchará pero no les hará caso.
Peña Nieto renunció así a conservar un espacio de maniobra en un contencioso que apenas comienza. En lugar de construir vías de salida a una protesta que puede tomar derroteros inesperados, decidió cerrar sus propios márgenes de negociación. Para él no hay marcha atrás.
La estrategia presidencial no toma en cuenta que éste no es un movimiento
magisterial como el de otros años. Es novedoso, es de otro tipo, puede durar
meses. La rabia y la irritación han crecido como nunca. Los maestros saben que
lo que está en juego es el futuro de la educación pública, su permanencia en el
empleo, su dignidad profesional, es decir, su vida misma. A los profesores les
da pavor la posibilidad de perder su trabajo. Y no le creen al gobierno y a los
partidos cuando aseguran que esto no va a suceder. Menos aún, con la oprobiosa
campaña en su contra que ha desatado la derecha empresarial.
En los estados existe una gran inconformidad que comienza a organizarse. El SNTE está descabezado. En los estados controlados por líderes institucionales hay una creciente presión de abajo para expresar ese descontento. La posibilidad de que esos dirigentes sean desbordados por las bases es real.
En los próximos días la situación se va a complicar aún más. Han comenzado a abrirse fisuras en el edificio jurídico de la reforma. Tres jueces federales en Cholula, Puebla, concedieron a 40 maestros suspender los efectos de eventuales despidos en caso de que reprueben las evaluaciones a las que serán sometidos. El lunes la cifra había crecido a 100 mil. Este miércoles se presentarán decenas de miles de nuevas solicitudes de amparo contra la reforma.
En Guerrero, la Ceteg baraja la posibilidad de exigir la anulación de poderes. No están solos en el reclamo. El descontento contra Ángel Aguirre entre la población es real. En regiones como la Montaña y la Costa Chica, los maestros tienen una estrecha relación con las comunidades. Hay sistemas de lealtades entre unos y otros que van más allá de lo sindical. El elemento indiano-comunitario en el primer caso, y afrodescendiente en el segundo, son claves. El fantasma de la APPO cabalga por los caminos del sur.
Este lunes, excepto en Guerrero, los maestros regresaron a clases después de terminar sus vacaciones. Nunca dijeron que no lo harían. En varias entidades, comenzaron a consultar a los padres de familia sobre la posibilidad de irse al paro indefinido. Saben que la clave para que su lucha tenga éxito es que cuente con su apoyo.
Las acciones de rechazo a la contrarreforma educativa apenas comienzan. La protesta no es un capricho. Aunque no se comprenda en la opinión pública, los profesores tienen razones sólidas para oponerse a la nueva norma. Guerrero es, apenas, el primer round en estas jornadas de lucha. Cada estado definirá cómo se incorpora a ella.
El 17 de abril de 1989 estalló en el país la primavera magisterial que derrocó a Carlos Jonguitud Barrios al frente del SNTE. Hoy, 24 años después, retorna con el rechazo a la contrarreforma el espíritu de esa revuelta. El desafío se resolvió entonces por la vía del diálogo. En lugar de declararle la guerra el magisterio democrático, el gobierno haría bien en tomar nota de aquella experiencia y abrir las puertas de la negociación.
En los estados existe una gran inconformidad que comienza a organizarse. El SNTE está descabezado. En los estados controlados por líderes institucionales hay una creciente presión de abajo para expresar ese descontento. La posibilidad de que esos dirigentes sean desbordados por las bases es real.
En los próximos días la situación se va a complicar aún más. Han comenzado a abrirse fisuras en el edificio jurídico de la reforma. Tres jueces federales en Cholula, Puebla, concedieron a 40 maestros suspender los efectos de eventuales despidos en caso de que reprueben las evaluaciones a las que serán sometidos. El lunes la cifra había crecido a 100 mil. Este miércoles se presentarán decenas de miles de nuevas solicitudes de amparo contra la reforma.
En Guerrero, la Ceteg baraja la posibilidad de exigir la anulación de poderes. No están solos en el reclamo. El descontento contra Ángel Aguirre entre la población es real. En regiones como la Montaña y la Costa Chica, los maestros tienen una estrecha relación con las comunidades. Hay sistemas de lealtades entre unos y otros que van más allá de lo sindical. El elemento indiano-comunitario en el primer caso, y afrodescendiente en el segundo, son claves. El fantasma de la APPO cabalga por los caminos del sur.
Este lunes, excepto en Guerrero, los maestros regresaron a clases después de terminar sus vacaciones. Nunca dijeron que no lo harían. En varias entidades, comenzaron a consultar a los padres de familia sobre la posibilidad de irse al paro indefinido. Saben que la clave para que su lucha tenga éxito es que cuente con su apoyo.
Las acciones de rechazo a la contrarreforma educativa apenas comienzan. La protesta no es un capricho. Aunque no se comprenda en la opinión pública, los profesores tienen razones sólidas para oponerse a la nueva norma. Guerrero es, apenas, el primer round en estas jornadas de lucha. Cada estado definirá cómo se incorpora a ella.
El 17 de abril de 1989 estalló en el país la primavera magisterial que derrocó a Carlos Jonguitud Barrios al frente del SNTE. Hoy, 24 años después, retorna con el rechazo a la contrarreforma el espíritu de esa revuelta. El desafío se resolvió entonces por la vía del diálogo. En lugar de declararle la guerra el magisterio democrático, el gobierno haría bien en tomar nota de aquella experiencia y abrir las puertas de la negociación.
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