ACADEMIA DE 14 AGOSTO DE 2012

ACADEMIA DE  14 AGOSTO DE 2012
TURNO VESPERTINO

sábado, 8 de diciembre de 2012

PIRATAS EN CAMPECHE

Huquier et Filis, San Francisco de Campeche, siglo XVII, grabado acuarelado, Museo Nacional de Historia, CONACULTA-INAH-MEX; Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia.

La Hispaniola, en el Caribe, era una especie de tierra de nadie en el siglo XVII. En la costa oriental de esta isla permanecían los españoles desde el segundo viaje de Cristóbal Colón, mientras que el otro extremo fue ocupado por salvajes colonos franceses e ingleses: los famosos bucaneros. Estos hombres aprovecharon la competencia comercial y militar entre potencias europeas para lanzarse al saqueo de poblaciones y galeones españoles, organizados en flotillas con pequeñas embarcaciones a veces reforzadas con alguna nave de guerra capturada. En sus filas se hallaban aventureros de muchos países, protegidos discretamente por Inglaterra y Francia, que en sus correrías pronto descubrieron la debilidad del puerto de Campeche, donde hacia un alto la flota de Indias cargada de riquezas inconmensurables con destino a la metrópoli española.

El 4 de octubre de 1540 Francisco de Montejo, “El Mozo”, fundó la villa de San Francisco de Campeche con treinta soldados –a quienes les dio “vecindad”–, ordenó la construcción de una pequeña capilla en honor a la Virgen de la Purísima Concepción y conformó el primer ayuntamiento en tierras yucatecas.
Desde su inicio, la villa se constituyó como un puerto seguro en la ribera del golfo de México, desplazando más adelante al de Sisal, muelle cercano a la ciudad de Mérida. La rada campechana fue el punto de salida de productos locales hacia España, así como de entrada de artículos metropolitanos hacia el corazón de la nueva provincia. Su posición de puerto al mar –único en la región durante aquel tiempo– adonde arribaban navíos que hacían el intercambio de cabotaje con Veracruz y de pequeña altura con Cuba, le colocaba en una posición predominante sobre las demás poblaciones debido a su riqueza; con excepción de Mérida, capital de la provincia y situada tierra adentro.
En los almacenes de embarque de la villa se resguardaba el legendario palo de tinte, sal, miel y otros productos de la tierra, los cuales eran cargados en barcos, propiedad de los comerciantes que a la par eran miembros del ayuntamiento y encargados de la defensa del puerto.
Rodeada de barrios de indios, la villa tuvo un crecimiento paralelo a la costa. Contaba con una escasa defensa militar, la cual estaba encomendada solamente a la población blanca, situación que la hacía endeble, vulnerable y fácil de ser atacada por unos temerarios enemigos de España: los piratas.

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