Discriminada, la cultura maya sigue beneficiando al mundo
Rituales y vaticinios apocalípticos enmarcan
Sus descendientes
el fin de la cuenta larga de 5 mil 200 años, dice Álvaro Pop
Sus descendientes
nos enseñan que la paz es la mejor forma de convivencia
Oficiante de un ritual efectuado el sábado pasado en el contexto del Festival de la Cultura Maya, que concluirá el 22 de diciembre en Mérida, YucatánFoto Reuters
Afp
Periódico La Jornada
Martes 18 de diciembre de 2012, p. 4
Martes 18 de diciembre de 2012, p. 4
Ciudad de Guatemala, 17 de diciembre. El calendario más preciso y conceptualmente más rico que se haya elaborado en el mundo, es apenas uno, aunque muy sobresaliente, de los muchos y grandes aportes que la milenaria cultura maya ha hecho a la humanidad, según los expertos.
Ese calendario, de 18 meses de 20 días, más el Wayeb, de cinco días sagrados, marca el próximo solsticio –21 de diciembre– el fin de la cuenta larga(era de 5 mil 200 años), motivo de celebraciones con rituales ancestrales, aunque también de vaticinios apocalípticos.
El calendario maya no es simplemente una cuestión de contar segundos, minutos y horas, sino un modelo de
cómo se mueven los astros y de cómo esto influye de manera cíclica en la vida humana, dijo el antropólogo guatemalteco Álvaro Pop, integrante del Foro Permanente de las Naciones Unidas sobre Cuestiones Indígenas.
Mediante la observación y el estudio del cielo, los mayas desarrollaron el concepto de que
no hay nada que no esté influenciado por los astros, desde las mareas hasta el nacimiento de los niños y las niñas, afirmó.
Astrónomos excepcionales
La antropóloga costarricense Ana Cecilia Arias coincide con Pop en subrayar el impresionante desarrollo del conocimiento astronómico de los mayas.
Desde tiempos muy tempranos, antes de Cristo, los mayas logran un desarrollo sociocultural tan enorme que pudieron manejar ciertos cálculos matemáticos para determinar la órbita de Venus, explicó la especialista.
La astronomía también les sirvió para tener un conocimiento más preciso de la influencia de los astros sobre la vida de las plantas, lo que a su vez les permitió mejorar sus conocimientos agronómicos.
Más allá de esto, los mayas hicieron aportes muy significativos a la arquitectura, la matemática, la topografía, el arte textil, la cocina, que se han proyectado a través de los siglos hasta la actual cultura mesoamericana, que abarca parte de México, Guatemala, Belice, Honduras y El Salvador.
El arte culinario de Mesoamérica, caracterizado por la presencia medular del maíz, también hunde sus raíces en la cultura de los mayas, que domesticaron esta planta hace 3 mil años y la convirtieron en uno de los ejes de su vida.
Fueron además los primeros en cultivar el cacao, ese seductor producto que hoy deleita paladares en el mundo entero, y hay indicios de que podrían ser los culpables del hábito de mascar chicle, goma obtenida a partir de la savia de una planta, conocida científicamente como Manilkara zapota, originaria de México y Centroamérica.
El manejo del diseño y el color en los tejidos indígenas guatemaltecos, admirados en el mundo, son expresiones inconfundibles de esa cultura.
En otros ámbitos, los mayas hablaron 36 lenguas en toda Mesoamérica, muchas de las cuales se conservan vivas, con una estructura gramatical muy desarrollada y expresiones literarias propias.
El Popol Vuh, libro sagrado de los mayas, es una de esas importantes herencias literarias, donde se refleja con claridad la cosmovisión y la espiritualidad de este pueblo.
Como han hecho las grandes culturas de la humanidad, los mayas desarrollaron una escritura que hemos podido descifrar y a través de la cual conocemos su historia, inscrita en las llamadas
De la época de gloria de la civilización maya, quedan en la actualidad los vestigios de grandes ciudades, como Chichén Itzá, en México; Tikal, en Guatemala; Copán, en Honduras, y Tazumal, en El Salvador, que constituyen las mecas del turismo arqueológico regional.
Pero sobre todo, queda una numerosa población que, además de conservar la herencia genética de sus antepasados, sigue guardando mucho de la tradición cultural, en contextos muy adversos, de sociedades que menosprecian su propio pasado.
Hoy subyugada, discriminada, arrinconada en la miseria y despreciada en su valor, la cultura maya continúa, sin embargo, haciendo un aporte valiosísimo a la sociedad mesoamericana y universal, asegura Pop:
Esta actitud pacífica y de respeto a la naturaleza es esencial –manifestó el antropólogo guatemalteco– a la espiritualidad de los mayas, que no se compara con la de ninguna otra cultura prehispánica de América.
Sobre todo el color de esos tejidos constituye la expresión de vida más explosiva y bella que se pueda encontrar en el continente y el mundo, afirma Álvaro Pop.
En otros ámbitos, los mayas hablaron 36 lenguas en toda Mesoamérica, muchas de las cuales se conservan vivas, con una estructura gramatical muy desarrollada y expresiones literarias propias.
El Popol Vuh, libro sagrado de los mayas, es una de esas importantes herencias literarias, donde se refleja con claridad la cosmovisión y la espiritualidad de este pueblo.
Como han hecho las grandes culturas de la humanidad, los mayas desarrollaron una escritura que hemos podido descifrar y a través de la cual conocemos su historia, inscrita en las llamadas
estelas, monumentos de piedra tallada que guardan el registro de grandes acontecimientos.
Algo más que ruinas
La cultura maya tuvo su mayor esplendor en el llamado periodo clásico (250-900 dC) hasta que entró en una etapa de decadencia en el posclásico, el cual que se prolongó hasta tres siglos antes de la llegada de los españoles a la región.
Es indiscutible que muchos de los grandes monumentos arquitectónicos de Mesoamérica, como las iglesias coloniales, están impregnadas del mismo conocimiento de la física y la ingeniería que hicieron posibles las grandes pirámides construidas por los mayas, pues muchos de los constructores eran indígenas herederos de tales conocimientos, aseguró Ana Cecilia Arias.De la época de gloria de la civilización maya, quedan en la actualidad los vestigios de grandes ciudades, como Chichén Itzá, en México; Tikal, en Guatemala; Copán, en Honduras, y Tazumal, en El Salvador, que constituyen las mecas del turismo arqueológico regional.
Pero sobre todo, queda una numerosa población que, además de conservar la herencia genética de sus antepasados, sigue guardando mucho de la tradición cultural, en contextos muy adversos, de sociedades que menosprecian su propio pasado.
Hoy subyugada, discriminada, arrinconada en la miseria y despreciada en su valor, la cultura maya continúa, sin embargo, haciendo un aporte valiosísimo a la sociedad mesoamericana y universal, asegura Pop:
Y es la enseñanza de que la paz es la mejor forma de convivencia humana.
Esta actitud pacífica y de respeto a la naturaleza es esencial –manifestó el antropólogo guatemalteco– a la espiritualidad de los mayas, que no se compara con la de ninguna otra cultura prehispánica de América.
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