Enrique Vela Quetzalcóatl. México prehispánico. Muro norte, escalera de Palacio Nacional. (detalle). FotografÍa: Oliver Santana |
Si un artista mexicano no necesita
presentación ese es Diego Rivera, pues su obra se encuentra entre las más
importantes del siglo XX no sólo en México sino en el mundo. Pintor de altos
vuelos, prolífico hasta el asombro, Rivera supo, guiado en gran medida por sus
convicciones políticas, encontrar el camino para poner a disposición de todos su
arte, aprovechando los espacios públicos que, merced a su gran prestigio, se le
ofrecían. En ellos, sin descuidar nunca su reconocida maestría técnica y sin
dejar de plasmar su genio artístico, se propuso con bastante éxito mostrar la
riqueza cultural de México y su transcurso histórico. En ambos sentidos, la
presencia de lo indígena y lo prehispánico fue fundamental, ya que Rivera
entendía claramente su importancia en la configuración del México de su época.
Este considerar en un mismo plano a las culturas indígenas prehispánicas y
actuales es uno de los rasgos más atrayentes de la propuesta de Rivera y uno de
los fundamentos principales de su obra. Es por ello que en esta edición aparece,
con aquellas obras claramente alusivas al México prehispánico, una muestra de
los murales de la Secretaría de Educación Pública dedicados a distintos aspectos
de los pueblos indígenas.
En el arte mural de Rivera la alusión al pasado prehispánico tiene un lugar preponderante. Tras una temprana referencia a la escultura de Xochipilli en la sep, Rivera abordó repetidamente el tema, primero en el Palacio de Cortés en Cuernavaca y después en el Palacio Nacional –edificio público y emblemático si los hay– y otros recintos en México y el extranjero. Esta edición incluye todos los murales de Rivera con contenido relativo a la época prehispánica; otros de gran importancia, como los de San Ildefonso y Chapingo, no fueron considerados pues su temática no atañe al tema que nos ocupa. Por razones de espacio no incluimos algunas obras con elementos de inspiración prehispánica, como los mosaicos del Parque el Batán o los de la Casa de Dolores Olmedo en Acapulco. Otras creaciones de Rivera relativas al tema, como su extensa obra gráfica –que incluye una magnífica serie de ilustraciones sobre el Popol Vuh–, el interesante recinto del Anahuacalli, así como su colección de piezas arqueológicas, quedan a la espera de ediciones especiales en el futuro. Para el diseño de esta edición seguimos un criterio bastante simple pero eficaz, ante la calidad y magnitud de la obra que presentamos. Mas que hacer una edición plena de explicaciones sobre los significados y el contexto en que se elaboraron los murales, optamos porque la obra del genial pintor se expresara por sí sola, y para ello privilegiamos poner el mayor número de imágenes del mejor tamaño posible. En todos los casos presentamos la obra completa, es decir, incluyendo aquellas partes no alusivas a lo prehispánico pero que son indispensables para entenderla en su conjunto. Con excepción de los relativos a los murales en los pasillos del Palacio Nacional y de los tableros de la Historia de la Religión, todos los textos que acompañan las obras son del propio Diego Rivera, quien explica elocuentemente la intención de sus obras y sus componentes esenciales. En algunos casos presentamos junto a los murales las piezas e imágenes de códices que sirvieron de inspiración al pintor; cabe aclarar que en modo alguno son todas, ya que la identificación precisa de sus fuentes de información es un trabajo aún por hacerse, si bien existen un par de estudios con interesantes acotaciones al respecto (Brown, 1987, y Rodríguez Mortellaro, 2004). |
viernes, 21 de diciembre de 2012
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